En el Palacio de los Luján, el ambiente se vuelve irrespirable. Las tensiones se han disparado y un nombre resuena con rabia contenida entre pasillos y estancias: Lorenzo de la Mata, conocido ya por todos como el Capitán Garrapata. Su presencia en La Promesa se ha vuelto tan incómoda como una plaga, succionando la tranquilidad y sembrando el caos allí donde pisa. Pero lo que parecía un reinado de impunidad está a punto de desmoronarse. El final apoteósico del capitán se avecina… y promete ser inolvidable.

Todo comienza con un enfrentamiento directo, tenso y sin filtros, en el que Lorenzo se muestra desafiante ante el resto de la familia. Se queja de que su esposa, Eugenia, aunque ha recuperado el uso de sus piernas, sigue mentalmente inestable. No duda en recordárselo a todos, exigiendo que se le tome en serio. “¿Cuánto tiempo más debemos soportar esta situación?”, grita con indignación, acusando incluso a su propia esposa de haberlo agredido. Pero su tono altanero no convence a nadie. Ni siquiera a Alonso, el marqués, que intenta imponer la calma, pero cuyo carácter débil ha permitido que Lorenzo siga viviendo a costa del palacio durante demasiado tiempo.

Y es que el capitán Garrapata no es solo una molestia. Es un villano de manual. Desde hace mucho tiempo, el público lo rechaza con fuerza. Su historial es amplio y oscuro: manipulador, traidor, capaz de hacerle la vida imposible a Eugenia desde el mismo momento en que se casaron. Ha sido un parásito en la familia Luján, aprovechándose del apellido, del estatus, y del dinero, mientras su crueldad iba dejando huellas imborrables.

No lo ha hecho solo. A su lado, como fiel escudera de sus fechorías, se ha sumado doña Leocadia, otra figura sombría en esta trama palaciega. Juntos, han urdido nuevos planes para desestabilizar a Eugenia, como ya hicieron antes con Cruz, la hermana de Eugenia y anterior señora del palacio, a quien lograron hacer pasar por loca y recluirla en un sanatorio con ayuda de la baronesa de Grazalema. Pero esta vez, el plan no ha resultado tan sencillo.

El retorno de Eugenia, promovido por el conde de Ayala —el siempre recto Ignacio—, ha sido una jugada maestra. Eugenia vuelve con fuerzas renovadas y, al principio, la audiencia celebra verla de nuevo en pie, segura de sí misma, desafiando al mismísimo Lorenzo, que se queda sin palabras al ver que su mujer no solo ha recuperado la movilidad, sino también parte de su voluntad.

Sin embargo, la alegría es efímera. El dúo siniestro formado por Lorenzo y Leocadia se moviliza de inmediato. Las artimañas comienzan de nuevo, y el objetivo es claro: hacer que Eugenia vuelva a parecer desequilibrada. Todo se intensifica con un objetivo final: el bautizo de los hijos de Catalina y Adriano, un evento que debería ser motivo de felicidad… pero que se convertirá en el escenario del caos absoluto.

En ese día señalado, las emociones están a flor de piel. Eugenia, en pleno delirio, irrumpe en la ceremonia con un arma en la mano. Sus gritos estremecen a todos: “¡No me volverán a encerrar en el sanatorio!” La desesperación de una mujer que ha sido víctima durante años del laúdano, administrado en secreto por su propio esposo, estalla en forma de furia.

Y aquí llega el clímax. ¿Quién será la víctima del bautizo sangriento? Eugenia apunta su revólver sin titubeos al mismísimo duque de Carvajal y Fuentes… pero también, y con más énfasis aún, a su marido, Lorenzo. En sus ojos arde el deseo de justicia, de venganza por todo lo que ha sufrido en la sombra. Y el público, que lleva años soportando al capitán Garrapata, contiene la respiración.

El posible desenlace deja abiertas varias hipótesis: ¿acaso Eugenia finalmente ejecutará la justicia por su propia mano y eliminará a Lorenzo? ¿Será otro personaje quien intervenga y ponga fin al reinado del terror del capitán? ¿O será Lorenzo quien, de nuevo, logre escabullirse como la garrapata que es, dejando a otro más débil cargar con las consecuencias?

Lo cierto es que la caída del Capitán de la Mata se perfila como inminente, y el clamor del público no podría ser más claro: quieren verlo pagar. Quieren justicia para Eugenia, para Cruz, para todos los que han sufrido por su culpa. Y si el castigo llega precisamente de la persona que más ha sufrido a su lado, entonces será una conclusión perfecta, poética… y sí, apoteósica.

Porque en La Promesa, nada queda impune por siempre. Y esta vez, todo apunta a que Lorenzo no logrará escapar.

El final del capitán garrapata no solo será el cierre de una etapa oscura en La Promesa, sino también un homenaje a todas esas voces que han gritado durante meses que ya era hora de verlo caer. La justicia llega tarde… pero cuando llega, arrasa.

Prepárate, porque lo que está por venir no será un simple desenlace, sino una explosión emocional, un ajuste de cuentas largamente esperado… y el adiós definitivo de un personaje cuya sola presencia ensuciaba los cimientos de la Promesa.

¿Estás listo para ver cómo termina el reinado del capitán garrapata? Porque el día del bautizo podría ser también… el día del juicio final.