“Si alguien descubre lo que siento, perderé más que mi empleo… perderé a ella.”
Así comienza uno de los capítulos más intensos de Sueños de libertad, donde el corazón de Raúl, el silencioso chófer, late con más fuerza que nunca… y más peligro que nunca.
Desde hace semanas, Raúl ha luchado contra sí mismo. Ha caminado con la cabeza baja, ha callado sus emociones, ha cumplido su trabajo sin desviar una palabra. Pero todo ha sido por una razón: María. La mujer que ama en silencio. La señora de la casa. Su imposible.
Ese amor que lo ha mantenido cerca, también será su perdición. Porque hoy, la máscara se rompe.
Raúl se atreve a cruzar una línea peligrosa: entra en la habitación de María, con el deseo de verla, de protegerla, tal vez solo decirle algo que ha guardado por tanto tiempo. Pero lo que no sabe… es que Begoña lo está observando.
La enfermera, siempre tan atenta, no tarda en unir las piezas. Lo interroga, lo acorrala con preguntas que no puede responder sin delatarse. Y aunque Raúl intenta mantener la compostura, sus ojos lo traicionan. Begoña ya no tiene dudas: entre María y Raúl hay algo más que una relación de servicio. Hay amor. Y eso, en una casa dividida por secretos, es dinamita pura.
Mientras tanto, el capítulo se llena de tensiones paralelas. Cristina e Irene fortalecen su vínculo en un ambiente cada vez más íntimo, sin saber que comparten un lazo de sangre aún oculto. Irene está a punto de confesarle que es su madre biológica, pero el miedo al rechazo la paraliza. El cariño con que Cristina habla de su madre adoptiva deja a Irene helada, atrapada entre el deber y el amor.
Don Pedro, por su parte, empieza a sospechar sobre Pelayo. Un gesto, una conversación ambigua con Cobeaga, despiertan en él una sombra del pasado. La duda se convierte en sospecha, y la sospecha en amenaza: ¿qué oculta el marido de Marta?
En paralelo, Marta y Pelayo intentan salvar el contrato con Cobeaga. Lo logran, por ahora. Pero el diseñador, seducido tanto por el proyecto como por la figura de Pelayo, deja entrever que sus intereses pueden no ser estrictamente profesionales. Y eso, con don Pedro al acecho, podría volverse un arma de doble filo.
Gabriel, como siempre, sigue avanzando con cautela. Su ayuda en la crisis del atropello le ha ganado la confianza de Damián, quien ahora lo considera para el puesto de abogado oficial de la empresa. Pero detrás de cada palabra amable, hay un cálculo. Detrás de cada sonrisa, una estrategia. Gabriel quiere poder, y está dispuesto a conseguirlo sin importar a quién derribe en el camino.
En medio de tanto caos, una luz brilla: Luz aprueba su examen. La familia Merino organiza una cena para celebrar, un breve respiro de alegría en un universo que se desmorona a cada paso.
Y sin embargo, todas las miradas vuelven a Raúl. Su secreto ha sido revelado. Ya no hay marcha atrás. Begoña lo sabe. Y ahora, el amor que guardó como un tesoro, se ha convertido en una debilidad. ¿Podrá sobrevivir en una casa donde el amor no se perdona?