“No pensé que después de Andrés podría volver a ilusionarme… pero aquí estoy.”
Con esta confesión, Begoña pone fin a cualquier duda: su corazón ha comenzado a abrirse a Gabriel, y con ello, todo está a punto de cambiar.
En el avance de los capítulos 361 y 362 de Sueños de Libertad, el amor, la traición y la fragilidad emocional se entrelazan en una tormenta emocional que envuelve a todos los personajes.
Todo comienza con Gabriel revelándole a María, casi con aire de victoria, que Begoña lo besó. Su tono de orgullo choca contra la sorpresa —y quizás celos— de María. Ella intenta disimularlo, pero la verdad es que ya nada le resulta tan claro. El vínculo entre Gabriel y Begoña, por más que quiera negarlo, se vuelve cada vez más evidente.
Y es que mientras Gabriel se siente más cerca de Begoña, María empieza a sentir cómo esa seguridad que creía tener con él se desvanece. Hay una sombra en su mirada, una grieta en su confianza. Verlos juntos la hace tambalearse, aunque no quiera admitirlo.
En paralelo, la salud de don Pedro comienza a preocupar seriamente a Digna. Él insiste en que solo está cansado, pero Digna intuye algo más grave. La negación no puede tapar los signos del cuerpo que ya empieza a rendirse.
Mientras tanto, Luz recibe una noticia que ilumina su camino: su artículo ha sido publicado. Es un logro personal y profesional enorme. Sin embargo, entre las celebraciones familiares, ella sabe que el éxito puede implicar sacrificios, y que su sueño podría tener un precio.
Raúl, por su parte, visita a Manuela, pero el destino lo enfrenta a María. Su indiferencia lo golpea como un puñal. Para ella, lo que vivieron parece haber quedado enterrado. Pero para él, aún arde. Tal vez esa frialdad sea justo lo que necesita para dar vuelta la página… y abrirse a un nuevo amor.
En otro rincón de la historia, Pelayo intenta reparar los daños con Fina, tras los recientes conflictos con Marta. Con palabras sinceras busca redimirse, recuperar la confianza. Claudia, con ternura y creatividad, propone a Fina crear un calendario solidario con fotos de la fábrica para apoyar la casa cuna. Marta, emocionada, no solo apoya la idea, sino que le entrega a Fina un regalo lleno de significado: una cámara, una herramienta para su libertad creativa.
Cristina, en medio de su crisis interna, se cruza nuevamente con Damián, quien —sorprendentemente— defiende a Irene y le sugiere que lo ocurrido podría traerle frutos inesperados. Esas palabras despiertan en Cristina un impulso nuevo: quedarse en la fábrica. Llamará a doña Ana. Aunque su decisión parece profesional, en el fondo sabe que hay otro motivo… Irene.
Doña Ana, astuta como siempre, lo intuye de inmediato.
Pero el momento más impactante llega cuando María presencia desde las sombras cómo Begoña rechaza un plan con Andrés y Julia. Poco después, Gabriel se acerca a Begoña con una sonrisa y le ayuda con su rehabilitación. María observa… y duele. Porque en ese intercambio de miradas y gestos, nace una conexión real entre ellos. Un lazo silencioso pero potente.
Y cuando menos lo espera, Begoña se rinde a sus emociones. Tras días de confusión, se lanza a los brazos de Gabriel. El beso es intenso, verdadero. Algo ha cambiado.
Andrés, inquieto, comienza a sospechar. Luz, durante una visita a su despacho, nota su ansiedad. Él pregunta por Begoña. Hay un temblor en su voz. Sabe que está perdiéndola… y tal vez, definitivamente.
Fina, feliz con su nueva cámara, busca dónde revelar sus fotos. Carmen y Claudia, conmovidas por su pasión, acuden a Gaspar para ayudarla. La familia, en sus pequeños gestos, sigue encontrando motivos para mantenerse unida.
Finalmente, Andrés se disculpa con Begoña por insistir en verla. Ella, con voz clara, le dice que su historia ha terminado. Y aunque la culpa aún la atormenta, Luz le recuerda que merecer ser feliz no es pecado.
Ahora, mientras el amor florece en rincones impensados y los lazos familiares se tensan hasta el límite, todos enfrentan una misma pregunta:
¿Hasta dónde están dispuestos a llegar para proteger lo que aman?