Marta se encontraba inmersa en un profundo momento de introspección, observando las fotos que había capturado de Teo. En su lente, no solo había congelado un instante de la vida de un niño, sino también su propio reflejo de lo que pudo haber sido, lo que alguna vez soñó y dejó ir. Fina, observando las imágenes con una ternura palpable, no pudo evitar elogiar la belleza y la pureza que Marta había logrado plasmar. Pero algo en la mirada de Marta reflejaba una angustia, una tristeza que no se podía disimular.
“Has capturado la esencia de Teo”, dijo Fina, admirando cada detalle en las fotos. Marta, con la voz entrecortada, compartió sus sentimientos encontrados. Tenía el deseo de ver esas imágenes con calma, de analizarlas sin las prisas del momento. Pero cuando Fina se refirió a la inocencia de la infancia que se reflejaba en la sonrisa de Teo, Marta se vio atrapada en una tormenta de emociones. Para Fina, esas fotos eran el reflejo de lo que toda madre anhela: la felicidad pura de su hijo. Pero para Marta, el comentario abrió una herida que no había sanado.
Fue entonces cuando Fina, casi en un susurro, le preguntó si se arrepentía de no haber seguido el camino de la maternidad. Marta, en lugar de dar una respuesta directa, dejó escapar una confesión dolorosa: “No sé si es el instinto maternal o algo más lo que siento…”. La tristeza en su mirada revelaba lo que sus palabras no podían decir. “No me arrepiento, no fue la manera”, añadió, dejando a Fina en un profundo silencio.
Pero la conversación no se detuvo allí. Fina, siempre preocupada por su amiga, le preguntó si había hablado con Pelayo, el padre de la situación. Marta, en un tono resignado, confesó que desde su regreso del viaje, ambos se habían evitado. Pelayo seguía furioso, y la tensión entre ellos había alcanzado niveles insostenibles. Fina reveló que Pelayo la había confrontado, acusándola de manipular a Marta para que cambiara de decisión. Marta, sin embargo, le agradeció por no haberla presionado. Fue un gesto que, en medio del dolor, la hizo sentir respaldada.
Fina, consciente de la gravedad de la situación, asumió parte de la culpa. Sabía que las cosas con Pelayo no podían ser fáciles, pero también le confesó que había guardado silencio sobre la conversación que Marta había tenido con Andrés. No quería complicar más las cosas, aunque sabía que las mentiras y omisiones solo alargaban el sufrimiento.
Marta, por su parte, aún con el corazón dividido, valoró la discreción de Fina. La situación era difícil de manejar, y ese gesto de comprensión le dio un respiro. Pero la angustia no terminó allí. Marta compartió otra frustración que la tenía atrapada: su padre. Le había hablado de los milagros de la maternidad, pero en realidad, lo que había hecho era presionarla aún más, sobre todo después de haber hablado con Pelayo a sus espaldas. Marta sentía que toda su familia, sin saberlo, la estaba empujando hacia una decisión que no era suya.
La conversación terminó con Marta sintiéndose más atrapada que nunca. Entre las expectativas de su familia, las presiones externas y sus propios sentimientos, se encontraba en un dilema profundo. No sabía cómo salir de esa encrucijada emocional, y el futuro parecía más incierto que nunca. ¿Podrá encontrar su propio camino, o se verá arrastrada por las decisiones que otros han tomado por ella?
¿Qué opinas sobre el dilema de Marta? ¿Crees que ella tomará finalmente una decisión que le permita encontrar la paz?