Tras el brutal asalto al dispensario, el ambiente en la fábrica está cargado de tensión. Don Pedro convoca una reunión urgente. Marta, preocupada por el bienestar de Begoña, sugiere que se quede en casa. Don Pedro accede… pero su rostro cambia, su voz se endurece.
Cuando Gabriel intenta quitarle hierro al asunto diciendo que “solo se perdieron unos medicamentos”, Don Pedro estalla: “¡No minimices esto! ¡Es grave y somos responsables!” Marta intenta calmarlo, pero Pedro se lanza con una decisión tajante: presentarse como acusación particular y exigir el castigo sin compasión. Su mensaje es claro: “No más debilidad. El próximo que cruce esa línea, pagará.”
Mientras tanto, en el dispensario, Marta y Fina tienen otra conversación intensa, esta vez sobre su deseo de tener un hijo. Luz, con su profesionalismo habitual, les explica el proceso de inseminación artificial. Aunque el procedimiento es simple y seguro, Fina está paralizada por el miedo.
—“Si te pasa algo, yo no podría soportarlo,” confiesa Fina, temblorosa.
—“¿Nunca te ha pasado querer algo tanto que te da miedo dar el paso?”, le pregunta con lágrimas contenidas.
—“Solo una vez: cuando supe que te amaba,” responde Marta, acariciándole el rostro.
Entre susurros y emociones, deciden avanzar. Quieren formar una familia, pese a todo.
Pero no todos están en sintonía. En el laboratorio, Luz y Luis atraviesan su mayor crisis. Luis nota la distancia de Luz y le exige explicaciones. Ella rompe el silencio: “Quiero una familia contigo, pero ahora no es el momento.” Recién titulada como médica, Luz tiene sueños: una especialización, abrir su clínica, publicar artículos… cosas que la maternidad podría poner en pausa.
Luis, herido, la acusa: “Entonces ¿estás priorizando tu trabajo sobre nuestra vida?”
Luz contraataca con crudeza:
—“¿Tú vas a dejar tu trabajo para cuidar al bebé? ¿Cambiar pañales y dejar tu laboratorio?”
Luis calla. No tiene respuesta.
Y Luz remata: “Entonces no esperes que yo lo haga.”
El silencio entre ellos es más fuerte que los gritos. Luis la acusa de no haber sido sincera desde el principio. Luz, dolida, admite su miedo:
“Cuando veo lo que otras madres sacrifican por sus hijos… siento que yo no podría.”
Tres mujeres. Tres dilemas. Tres verdades dolorosas.
Y en el centro de todo… la libertad para decidir, para amar, para no ceder ante la presión.