“Lo que importa no es el apellido, sino lo que cada uno aporta”, dice Pedro, intentando contener la tormenta que ha estallado frente a su escritorio. Pero Luis, su hijo, no está dispuesto a aceptar medias tintas.
El capítulo 365 de Sueños de Libertad se adentra en el corazón de la empresa Reina y expone las grietas que comienzan a formarse dentro de su núcleo más íntimo: la familia.
Todo comienza cuando Luis entra al despacho de su padre con el ceño fruncido y la voz cargada de reproche. Ha escuchado que Cristina, su prima y asistente de laboratorio, recibirá el 5% de las ventas del perfume aniversario. Para él, esa decisión no solo es injusta, sino una falta de respeto al equipo de perfumistas que ha trabajado con disciplina y pasión durante años sin recibir reconocimiento económico semejante.
Pedro, sorprendido por la intensidad de su hijo, intenta justificar su decisión. Recuerda que en el pasado, Luis también recibió ese mismo porcentaje. Pero Luis se apresura a marcar las diferencias: él era jefe de perfumistas, hijo del dueño, y no tenía acciones. Aquello fue una forma de equilibrar su posición. Cristina, en cambio, no ostenta ningún cargo de liderazgo. Es, ante todo, una ayudante.
La conversación se vuelve más personal cuando Pedro insinúa que alguien le ha llenado la cabeza a su hijo. Luis confirma que tanto su madre como la propia Cristina le hablaron del tema. Además, confiesa que ha notado un cambio en ella: su esfuerzo, su silencio, su entrega en tiempos difíciles.
Pedro escucha, pero se mantiene firme. La defensa que hace de Cristina no se basa en lazos familiares, sino en su desempeño. Reconoce que su sobrina fue clave en el momento más delicado del proyecto. Que su trabajo salvó a la empresa. Pero Luis no cede. Su argumento no es contra Cristina, sino contra el principio que se está vulnerando: si se premia a uno, se debe considerar a todos.
Ante la presión moral y el riesgo de generar un conflicto más amplio en el equipo, Pedro da un paso hacia el equilibrio. Propone una solución intermedia: repartir también un 5% de los beneficios derivados del laboratorio entre todos los perfumistas, como reconocimiento colectivo. Le pide a Luis su opinión. Este asiente con una mezcla de aprobación y desconfianza, consciente de que, aunque el gesto es correcto, la raíz del problema sigue sin resolverse del todo.
Esta escena, cargada de emociones cruzadas y dilemas éticos, retrata con maestría cómo los lazos familiares pueden complicar las decisiones empresariales. Pedro intenta ser justo, pero se enfrenta a los límites invisibles entre el afecto y la meritocracia. Luis, por su parte, exige imparcialidad, aunque sus propios vínculos también lo condicionan.
¿Hasta qué punto una empresa familiar puede realmente separar el corazón del deber?