“¿Te sientes bien viviendo de la caridad del hombre que crees que es tu padre?”
Con esa frase venenosa, Lorenzo de la Mata encendió la chispa de una bomba emocional largamente contenida. Lo que ocurrió después fue un estallido inevitable.
El capitán, rabioso y humillado por su propia historia de fracasos, lanzó un puñetazo certero y brutal al rostro de Curro. Fue rápido, violento y lleno de toda la furia que ha ido acumulando durante meses. Curro, sin embargo, no devolvió el golpe. No por cobardía, no por debilidad. Sino porque en su silencio se esconde una estrategia que va mucho más allá de una pelea de pasillo.
Curro tiene un objetivo: hacer justicia por la muerte de su hermana Hann, por el dolor que el veneno dejó no solo en su cuerpo, sino en su alma. Sabe que Lorenzo tiene todas las papeletas para ser el autor intelectual de aquel crimen. Lo sabe, lo siente, lo respira en cada rincón del palacio. Pero también sabe que no tiene pruebas suficientes. Y en un lugar como La Promesa, sin pruebas no hay justicia. Solo castigo.
Junto a Ángela, ha estado reuniendo piezas, fragmentos de una verdad que aún no puede sostenerse sola. Papeles, anotaciones, miradas sospechosas. Todo parece apuntar al capitán, pero el camino hacia la verdad no puede ser apresurado.
Y lo peor no es el golpe. Lo peor es ver cómo Curro aguanta, con la mandíbula apretada y el orgullo herido, mientras el verdadero culpable aún pasea libre por los pasillos del palacio.
Alonso, el marqués, entra en la escena justo después del golpe. Esta vez, no se queda al margen. Quizás por primera vez, ve a su hijo no como un joven rebelde, sino como alguien que necesita ser protegido. Se interpone, furioso, y echa a Lorenzo con una orden clara, sin margen de discusión. No lo hace porque conozca la verdad oculta, sino porque, por una vez, reacciona con el corazón.
Pero eso no es suficiente para Curro. Su lucha es mucho más grande. Tiene que callar. No puede revelar aún que el capitán garrapata es el verdadero verdugo de Hann Expósito. Porque si lo hiciera sin pruebas sólidas, el poder del apellido De la Mata lo aplastaría, como ha hecho tantas veces con otros.
Ángela, su única aliada silenciosa, también ha tenido que contenerse. Ella misma estuvo a punto de hablar con un alto cargo del ejército que visitará la finca en los próximos días. Sabe que esa conversación puede ser la llave final que les abra la puerta de la verdad… o la que los condene si se adelantan.
Y mientras tanto, Manuel permanece ajeno a todo. Si supiera, si tan solo supiera, todo lo que Curro ha callado por proteger a los suyos, quizás el desenlace sería otro. Pero incluso las mejores intenciones deben esperar su momento.
Porque La Promesa, más que una finca, es una guerra constante entre el silencio y la verdad. Y esta semana, el silencio ha recibido un puñetazo… pero la verdad aún está por llegar.
¿Hasta cuándo podrá Curro soportar sin romperse? ¿Y qué ocurrirá cuando la verdad explote en plena luz del día?