“Estoy cansada de ser valiente.”
Con esa frase, tan simple como demoledora, Fina deja al descubierto el peso de una vida que no ha dejado de exigirle coraje.
En el episodio 353 de Sueños de Libertad, somos testigos de una escena íntima y profundamente humana: la conversación entre Fina y Digna, cargada de ternura, miedos y verdades que duelen.
Todo comienza en una tarde aparentemente tranquila. Fina está sola en casa, intentando distraerse, cuando unos suaves golpes en la puerta interrumpen su soledad. Es Digna, su amiga de siempre, la mujer que ha estado a su lado en tantos momentos, en alegrías y en desastres.
Con solo verla, Digna percibe que algo no está bien. Fina intenta sonreír, minimizar su estado emocional, diciendo que solo disfruta de un poco de tiempo libre. Pero Digna, que la conoce mejor que nadie, sabe que detrás de esa fachada hay una tormenta.
Sin decir mucho, Digna se sienta con ella. Y entonces Fina, sin poder resistir más, se abre. Confiesa que está angustiada por todo lo relacionado con Marta. No es solo tristeza, es algo más hondo, más complejo. Digna se sorprende, pero no juzga. Solo escucha, con esa serenidad que la hace tan especial.
Poco a poco, Fina le revela el secreto más íntimo de Marta: su viaje a Londres no es un simple cambio de aires, sino el comienzo de un tratamiento de fertilidad. No se lo ha contado a nadie, solo a Digna. Eso ya lo dice todo. Es más que una confidencia: es un acto de confianza absoluta.
Pero ese secreto no es lo más difícil de decir. Lo realmente duro para Fina es su propio sentimiento de inseguridad. Aunque ambas planearon criar al bebé juntas, hay un miedo que la consume. Teme quedar al margen, teme convertirse en una presencia secundaria en la vida de Marta y del futuro hijo. “Como tú en mi vida”, le dice, con una franqueza que corta el aire.
Digna no se ofende. No se defiende. Entiende. Porque sabe que Fina no habla desde el reproche, sino desde una herida abierta. Fina continúa, desgranando su temor a no estar a la altura, a cometer errores, o peor aún, a ser la razón por la que Marta pierda la oportunidad de ser madre. Su amor es tan profundo que duele.
Hay en sus palabras una mezcla de deseo y miedo. “Ayer me sentía feliz. Hoy no dejo de temblar por dentro.” Y eso es lo que revela la verdad de este momento: cuando un sueño empieza a hacerse realidad, también despierta todos los fantasmas.
Digna la acompaña sin intentar calmarla con frases hechas. Le recuerda con calma todo lo que ha vivido, todo lo que ha superado. Le habla de su fortaleza, pero también reconoce la fragilidad. Porque ser fuerte todo el tiempo cansa. Porque a veces, lo más valiente es decir que ya no quieres luchar más.
Y ahí, en esa confesión inesperada, Fina suelta la frase que lo resume todo:
“Estoy cansada de ser valiente.”
Quiere paz. Una vida sencilla. No más guerras internas, no más escondites emocionales. Y sin embargo, en el fondo, sabe que seguirá luchando, porque su amor por Marta —y por esa familia que aún no existe pero que ya habita en sus pensamientos— es demasiado grande para rendirse.
La escena termina sin soluciones mágicas, sin finales felices. Solo hay un abrazo. Un abrazo que dice “Te entiendo”, “Estoy contigo”, “No estás sola”. A veces no se necesita nada más.
En ese momento, dos mujeres que han amado, luchado y perdido tanto, se encuentran en la única certeza posible en un mundo lleno de incertidumbres: el valor de ser escuchadas.
¿Tendrá Fina el lugar que merece en la nueva vida de Marta… o terminará siendo solo un recuerdo hermoso entre dos mundos que ya no se cruzan?