En el capítulo 343, Sueños de Libertad nos regala uno de los momentos más íntimos y emocionantes entre Marta y Fina. Una escena donde el amor, el deseo de construir, y lo inconfesable encuentran por fin su voz.
Todo comienza en la oficina de Marta. La noche ha caído sobre la fábrica, y mientras la mayoría ya duerme, Fina entra con su típico humor suave y juguetón:
“¿Aún trabajando, jefaza?”
Marta sonríe, pero no responde con palabras: su mirada lo dice todo. Cuando le pregunta a Fina cómo sabía que era ella quien entraba, Fina se sincera:
“No lo sabía… pero lo deseaba. Tenía muchas ganas de verte.”
El ambiente se carga de ternura. Entre bromas y confidencias, Fina admite sentirse algo culpable por haber sido tan directa en sus opiniones sobre los hijos por conveniencia. Pero Marta le agradece esa sinceridad.
“Tenías razón. No se puede hablar de tener un hijo como quien habla de ganar votos. No es justo. No es humano.”
En ese instante, Fina ve una foto en el escritorio: una bebé en brazos de una mujer. Marta explica que es ella el día de su bautizo, con su madre. Esa imagen desencadena una conversación que va mucho más allá de lo profesional:
Los besos de buenas noches. Las caricias. El consuelo cuando el mundo duele. El deseo de dar amor como el que una vez recibieron.
Entonces llega la pregunta de Marta, tan directa como inesperada:
“¿Tú alguna vez pensaste en ser madre?”
Fina, con una mezcla de evasiva y honestidad, responde:
“A veces lo imaginé. Pero en este mundo, una mujer como yo… ni casada, ni con hijos.”
Marta no se rinde. Se le queda mirando, y con voz firme pero suave, deja caer la bomba emocional:
“No hablaba de un hombre. Hablaba de… ¿conmigo? ¿Tú querrías tener hijos conmigo?”
Fina se queda sin palabras. El aire se corta. Los ojos se llenan de brillo. Y después de un suspiro que lo dice todo, responde:
“Mi amor… si pudiera ser, claro que me encantaría ser madre contigo.”
Ambas sonríen. El momento es puro. Verdadero. Pero lo que Marta confiesa después lo cambia todo.
Con voz seria, le cuenta que Pelayo —su marido— le ha propuesto algo tan impensado como provocador:
“Me dijo que si decidimos tener un hijo… podría ser de los tres.”
El silencio que sigue es inmenso. Fina no sabe qué decir.
¿Un hijo entre Marta, Fina y Pelayo? ¿Una familia a tres voces?
Locura, sí. Pero en ese momento… parece la única idea que tiene sentido en un mundo donde el amor siempre encuentra caminos nuevos.