En el capítulo 336 de Sueños de Libertad, el vínculo entre Marta y Fina alcanza una nueva dimensión, más profunda, más compleja… y mucho más peligrosa. A medida que la carrera política de Pelayo avanza, ellas se enfrentan a una encrucijada emocional y estratégica que podría definir no solo su futuro, sino también la forma en la que protegerán lo que más aman: su relación, su libertad y su pacto silencioso.
Todo comienza con una conversación íntima entre Marta y Fina, donde se destapan las verdaderas emociones detrás del aparente apoyo a Pelayo. Marta, con tono entre melancólico y desafiante, expresa su angustia: desempeñar el rol de “esposa perfecta” la alejará de su tiempo con Fina. “No tendré tiempo para estar con nosotras”, dice, dejando claro que lo suyo no es solo una amistad, sino un lazo casi indisoluble.
Marta no está dispuesta a seguir adelante con la ambición política de su esposo si eso significa alejarse de Fina. Pero Fina, en un gesto que mezcla amor y pragmatismo, le recuerda la realidad: a veces los sacrificios son inevitables. Con frialdad, le lanza la verdad: “No existe ese cargo que no exija sacrificios.” Y es ahí donde resurge su pacto secreto: ayudar a Pelayo no solo es una obligación pública, sino también una táctica para desviar la atención de su propia relación. Una jugada maestra en un tablero dominado por hombres y poder.
Pelayo, sin saberlo, se convierte en la pantalla perfecta para ocultar lo que ocurre en la sombra. Para él, ser gobernador civil no es solo una oportunidad profesional, sino un trampolín social que también beneficiará indirectamente a Marta y, por supuesto, a Fina. La política, entonces, se convierte en el nuevo escenario donde ellas deberán moverse con estrategia, lealtad y silencio.
Marta, llena de dudas pero también de amor, le pregunta a Fina si realmente están listas para entrar en ese mundo. Fina, siempre firme, le responde que no se trata de lo que le parece bien o mal, sino de aceptar la realidad. Ella ya lo había previsto todo y se ha preparado. No hay marcha atrás.
“Te casaste con Pelayo por un propósito, ahora te toca cumplirlo”, le dice Fina sin rodeos, recordándole que cada paso que dan tiene un precio. Pero también hay promesas entre líneas: si Pelayo asciende, su poder aumentará y la empresa de la familia crecerá. No es solo sacrificio, es también estrategia.
Marta, aún nerviosa, suelta una carcajada al escuchar a Fina hablar como su padre. Fina no lo niega: la vida la ha hecho práctica, incluso cuando se trata del amor. Porque eso es lo que comparten: un amor que no pueden decir en voz alta, pero que guían con la misma determinación con la que manejan los negocios.
La conversación finaliza con una frase que lo cambia todo. Cuando Marta pregunta si realmente entiende lo que implica lo que están a punto de hacer, Fina, mirándola a los ojos, le responde sin titubeos:
“Sí que lo entiendo, pero tú y yo estamos por encima de todo. Nadie ni nada podrá con nosotras.”
Así, sellan su alianza secreta. No importa lo que venga —política, mentiras, traiciones— Marta y Fina están listas. Unidas por algo más fuerte que el poder: un amor que desafía todo lo establecido.