En los pasillos de poder de la empresa familiar, la tensión se corta con un cuchillo. La conversación entre Pedro y Andrés no es un diálogo, sino un enfrentamiento de voluntades, una colisión de expectativas paternas y la cruda realidad de un hijo al límite. Pedro, con la frialdad de un estratega y la autoridad de un patriarca, insiste en que Andrés debe retomar sus funciones directivas, sin importar el abismo personal en el que se encuentra tras los acontecimientos con María.
El Choque Generacional: Pedro Cuestiona la Responsabilidad de Andrés en un Accidente Crucial.
Pedro inicia la charla con una acusación directa, cuestionando la lealtad de Andrés al intentar desentenderse de su rol como director de logística y, lo que es peor, de restar importancia al reciente accidente en la empresa. La mirada de Pedro es un dardo que busca la culpabilidad. Andrés, intentando defenderse, responde que no es la primera vez que algo así ocurre en la empresa, una afirmación que busca relativizar la situación. Pero Pedro, sin un ápice de suavidad, lo interrumpe de manera tajante, lanzando una verdad dolorosa al aire: menciona la muerte de su otro hijo en un accidente similar. La herida, aún abierta en el corazón de Pedro, es una herramienta que utiliza para presionar a Andrés, recordándole el peso de la tragedia y el legado familiar. Andrés, con la voz ahogada, aclara que no se refería a ese caso en particular, sino a otros incidentes menores, sin consecuencias fatales. Sin embargo, la brecha emocional entre padre e hijo se agranda con cada palabra.
El Ultimátum Implacable: Un Accidente Amenaza la Empresa y Pedro Exige la Intervención Inmediata de Andrés.
Pedro, sin suavizar su tono, le informa a Andrés que el hombre atropellado, Antonio Salcedo, está considerando demandar a la empresa. La amenaza legal es palpable, y Pedro deja claro que es responsabilidad de Andrés evitar una catástrofe mayor. Afectado por la inmensa presión, Andrés, con un nudo en la garganta, asegura que hará todo lo posible para solucionarlo si está en su mano. Sin embargo, también le pide a su padre un poco de comprensión, recordándole que este tipo de situaciones lo impactan más ahora debido a la profunda crisis que está viviendo con María. La vulnerabilidad de Andrés es un intento desesperado por encontrar empatía, un reconocimiento de su sufrimiento.
La Prueba de Fuego: Pedro Desafía a Andrés a Recuperar el Control o Enfrentar su Inmediato Reemplazo.
Pedro, aunque reconoce con una fría indiferencia que su hijo no lo está pasando bien, no pierde un segundo en ponerlo a prueba. Directamente, le pregunta si cree poder encargarse del asunto. La pregunta es un desafío. Si Andrés duda, si muestra debilidad, Pedro lo advierte sin rodeos: tendrá que dejar su puesto, y será reemplazado de inmediato. El ultimátum es claro, brutalmente efectivo. Andrés, sintiéndose acorralado entre la espada y la pared, se niega a renunciar. Con una determinación que nace del orgullo y la desesperación, asegura que se organizará, que volverá al trabajo y, en un acto de autoafirmación, añade que debe dejar de estar únicamente pendiente de su esposa, una clara señal de su lucha interna por recuperar un sentido de propósito fuera de la sombra de María.
El Sacrificio de Tasio: Andrés Asume la Carga de la Fábrica para Satisfacer la Demanda de su Padre.
Pedro, satisfecho con la respuesta de Andrés, le entrega los datos del afectado y, con una astuta sutileza, le pregunta si necesita algo más. Andrés, buscando entender la totalidad de la situación, solicita el nombre del conductor para hablar con él y conocer su versión de los hechos. Pedro revela que se trata de Silas, pero lanza una advertencia final, cargada de doble sentido: no quiere que Andrés “distraiga” a Tasio, ya que considera que este ha estado asumiendo responsabilidades que no le corresponden durante demasiado tiempo, una clara indirecta a su presencia y control excesivos en la empresa. Andrés, sintiendo el peso de la responsabilidad, asegura a su padre que se encargará de que Tasio vuelva a centrarse en sus funciones, sellando así su compromiso con la fábrica y, quizás, con su propia redención. La conversación termina con Pedro satisfecho, pidiéndole a Andrés que lo mantenga al tanto de cómo avanza todo.
Este diálogo es una ventana cruda a la compleja posición en la que se encuentra Andrés, obligado a responder profesionalmente a las implacables demandas de su padre mientras su vida personal se desmorona. ¿Logrará Andrés navegar este mar de presiones sin perderse a sí mismo en el proceso, o el ultimátum de Pedro será el clavo final en el ataúd de su propia autonomía?