“Sabes que eres mi debilidad. ¿Y tú?”
El capítulo 357 de Sueños de Libertad nos regala una de esas conversaciones que queda en el corazón, como un suave susurro de esperanza. María y Julia están en el centro de una charla que refleja una belleza pura, cargada de deseos, sueños y la fe inquebrantable de una niña.

Todo comienza con Julia regresando cansada de su clase de gimnasia, pero con una sonrisa inocente que contrasta con el cansancio. María, por su parte, parece especialmente contenta. Julia, curiosa, le pregunta si ha hecho algo especial, a lo que María responde con entusiasmo, revelando que pasó un tiempo maravilloso paseando por el campo con Gabriel.

Es un detalle aparentemente sencillo, pero María reflexiona sobre lo mucho que le significa disfrutar de lo que tiene. Al describir un paraje hermoso que visitó, con una pequeña isla en el río que nunca había visto antes, María nos muestra su deseo de conectar con las pequeñas maravillas de la vida, a pesar de las dificultades de su condición.

Julia, con su típica candidez, le sugiere que debería pedirle a su madre que la lleve a ese lugar. Y, casi como una niña que sueña con grandes aventuras, le propone a María que la próxima vez que Gabriel la invite, también la lleven a ella. María, con dulzura, le pregunta si le gustaría, y la respuesta de Julia es un rotundo “mucho”, lleno de entusiasmo y amor.

Lo que comienza como una conversación ligera toma un giro más profundo cuando Julia le recuerda a María el deseo que pidió a la piedra volcánica: que María se recupere completamente y pueda caminar de nuevo. Un deseo inocente, pero lleno de fuerza, que otorga un rayo de esperanza a María. Julia asegura que solo queda esperar que ese deseo se cumpla.

El momento se vuelve aún más conmovedor cuando Julia, como si fuera una pequeña hada, le ofrece su propia piedra volcánica. A pesar de la reticencia inicial de María a aceptar un regalo ajeno, Julia insiste: “Yo prefiero que la tengas tú. Así tendremos suerte las dos”. La idea de compartir suerte y deseos se convierte en un símbolo del lazo que las une. María, tocada por el gesto, acepta la piedra.

Julia, con su fe inquebrantable, decide pedir su deseo a la piedra nuevamente, mientras María, en tono maternal, le pide que se lave las manos. Este gesto final deja a María con una sensación de ternura en su corazón y una esperanza renovada, mientras el lazo entre tía y sobrina se refuerza por el deseo de un milagro compartido.

Es un capítulo lleno de promesas, donde la esperanza de María comienza a renacer a través de los ojos de Julia, quien ve más allá de las limitaciones y abraza con su inocencia el poder de la fe. ¿Será posible que un deseo tan puro logre transformar la realidad? ¡Solo el tiempo lo dirá!

¡No te pierdas este capítulo lleno de emoción, esperanza y magia!