“Me alegraría que confiara más en mí, Damián.”
María no gritó. No necesitaba alzar la voz para dejar claro que esta vez hablaba en serio. La escena comienza con su llegada desde una reunión con don Pedro, y el simple hecho de haber estado ahí desata la reacción inmediata de Damián. Para él, aquello era una traición. Un acto de deslealtad imperdonable. Pero María ya estaba preparada.
Sin vacilar, les comunica que votará a favor de la propuesta de Luis: reutilizar perfumes existentes en vez de lanzar una nueva fragancia. No es una decisión de creatividad, dice, sino de poder. No se trata del aroma, sino de quién gana el juego. Andrés y Damián se miran, desconcertados. No esperaban ese movimiento. ¿Qué le ofrecieron? ¿Qué ganó a cambio?
La respuesta de María es tan firme como inesperada: “Nada.” No busca beneficios personales. Su decisión responde a la confianza que Jesús depositó en ella, a su deber de proteger los intereses de Julia. Una niña que ya ha sufrido demasiado con todos los cambios en casa. María no quiere que las guerras internas la destruyan aún más.
Damián, condescendiente, intenta reducir su postura: “Qué bien que alguien te haya aconsejado, porque obviamente este proceder no es propio de ti.” Pero María no se deja aplastar. Responde con la cabeza en alto. No necesita que nadie le diga qué hacer. Puede pensar, decidir, y actuar por sí misma. Lo único que quiere es que Julia vea una familia unida.
A pesar del escepticismo, tanto Damián como Andrés aceptan su voto. Incluso Damián le agradece… aunque el tono revela más duda que gratitud. Pero la sorpresa no termina ahí.
Cuando Andrés se ofrece a acompañarla a la tienda, María lo rechaza amablemente y pide que Olga la lleve. Andrés se queda paralizado. ¿Por qué su propia esposa prefiere la compañía de otra persona? ¿Por qué lo mantiene al margen?
Ese gesto, simple en apariencia, deja entrever un abismo. No es solo una elección de transporte. Es un mensaje. Algo se ha quebrado entre ellos. Andrés se queda en silencio, con la frustración contenida en la mirada, como si por primera vez entendiera que ya no está en el centro de la vida de María.
Las decisiones de esta escena no son solo políticas o familiares. Son personales. Profundamente personales. María ya no es la misma. Y tal vez Andrés acaba de descubrirlo demasiado tarde.
¿Puede un matrimonio sobrevivir cuando las lealtades cambian incluso dentro del mismo hogar?