¡Impactante! Una revelación está a punto de sacudir los cimientos de La Promesa y cambiar para siempre la percepción que todos tenían sobre uno de los personajes más enigmáticos: Lisandro. Durante semanas ha permanecido en segundo plano, moviéndose como una sombra entre los pasillos del palacio, con una sonrisa serena y una actitud aparentemente desinteresada. Pero todo ha sido una máscara. Detrás de su fachada tranquila se esconde una verdad demoledora, tan peligrosa como inesperada: Lisandro no es quien todos creían. Su verdadera identidad es… el eslabón oculto en la cadena de conspiraciones que está consumiendo a La Promesa desde dentro.
Mientras las intrigas tejidas por Lorenzo y Leocadia llevan a Eugenia al borde de la locura, y mientras sus medicinas son manipuladas hasta convertir su mente en un campo de batalla, nadie sospecha que un tercer jugador está observando en silencio… moviendo piezas desde las sombras. Y ese jugador es Lisandro. Su pasado, que hasta ahora parecía irrelevante, es en realidad clave para entender los últimos sucesos inquietantes que han alterado la vida en el palacio.
Eugenia, engañada, aislada y traicionada por quienes más ama, empieza a desconfiar incluso de Catalina, su sobrina adorada. Leocadia siembra lentamente en su mente la idea de una traición, de una usurpación de su lugar. Pero lo que nadie ha logrado identificar es quién facilitó el acceso al veneno, quién supervisó el cambio de medicamentos… y quién lo ha presenciado todo sin mover un solo dedo para detenerlo. Ahora lo sabemos: Lisandro.
Pero ¿quién es realmente? Curro, obsesionado con descubrir cómo llegó el cianuro al corazón del palacio, no puede rastrear el origen sin toparse con un muro. Un muro construido con astucia, discreción… y contactos. Lisandro ha mantenido oculta su verdadera procedencia, su red de vínculos en el exterior, su formación en química… y su verdadera misión. Porque sí, Lisandro no llegó a La Promesa por casualidad. Fue enviado. Y no como simple ayudante, sino como observador encubierto, con una agenda secreta.
Mientras tanto, Catalina y Pla luchan por sostener a Eugenia, sin saber que una amenaza más grande se cierne sobre todos. Emilia, su figura de equilibrio y consuelo, planea irse. Pero un pequeño ardid, una enfermedad fingida, la retiene un poco más. Un respiro breve, apenas útil, mientras la tensión crece. Emilia y Rómulo, en un momento de vulnerabilidad, se revelan secretos del pasado, reviviendo un amor que creían perdido… y entre esas confidencias, se desliza un dato que conecta directamente con Lisandro: un nombre, una referencia, algo que lo vincula con hechos del pasado jamás aclarados.
Y allí empieza todo a encajar. Pla, con su lucidez habitual, descubre que la precisión con la que se ha infiltrado el veneno en la Promesa no es obra de un improvisado. No es un crimen pasional, es un golpe quirúrgico. Calculado. Y empieza a sospechar que Lisandro no solo sabe más de lo que dice, sino que es parte del mecanismo.
Mientras tanto, María Fernández observa con preocupación el cambio de Samuele. Él, que vivía por su vocación, ahora parece otro. Ella sospecha de Petra, y puede tener razón. Pero lo que aún no ve es que el verdadero detonante de esa transformación puede haber sido inducido con conocimiento preciso de las debilidades humanas. Otra vez, Lisandro.
Él es el que ha estado presente en cada giro inesperado, el que ha cruzado información clave entre bandos, el que ha mantenido intacta su fachada de inocencia mientras facilitaba —o incluso dirigía— las operaciones más turbias dentro de La Promesa. Y no lo hacía por ambición. Lo hacía por encargo.
Porque Lisandro es… un espía. Sí, enviado por una entidad externa —aún desconocida— que tiene interés en desestabilizar el equilibrio del palacio. Su objetivo: infiltrar, estudiar, debilitar… y ejecutar, llegado el momento. Nadie lo imaginaba. Nadie lo sospechaba. Y sin embargo, ahí ha estado todo el tiempo. Atento. Frío. Letal.
Cuando Curro empiece a atar cabos y las piezas comiencen a revelarse una tras otra, será demasiado tarde. El daño ya estará hecho. Y Lisandro, llegado el momento, desaparecerá. Sin dejar rastro. Sin culpa. Cumplida su misión.
Pero aún queda una posibilidad. Pla, con su intuición, y María, con su sensibilidad, están más cerca que nunca de descubrir la verdad. Si logran unir fuerzas, si logran abrirle los ojos a Catalina, puede que consigan desenmascararlo. Pero el tiempo corre. Y cada minuto que pasa, Lisandro se acerca a su siguiente objetivo.
¿Será Eugenia? ¿Será Catalina? ¿O incluso Emilia?
Lo único cierto es que… la verdadera identidad de Lisandro lo cambia todo. Porque ahora sabemos que el enemigo más peligroso no es aquel que grita su odio… sino el que sonríe con calma mientras te envenena el alma.