La semana en La Promesa comienza con un giro tan inesperado como peligroso para el señorito Manuel. Justo cuando parecía que nada podía ir peor, Leocadia aparece con su sonrisa medida y sus intenciones ocultas, decidida a conquistar cada rincón del palacio… y cada trozo de poder que aún no le pertenece. Porque si alguien pensó que Doña Cruz era temible, es porque aún no ha visto de lo que es capaz esta postiza que, poco a poco, va tejiendo su telaraña.
Manuel, completamente desorientado desde los escándalos con su esposa Jana, las mentiras de su madre y las traiciones de su socio Toño, parece no tener rumbo. Su proyecto de los motores de avión, que prometía revolucionar la industria, se ha visto truncado por una mala gestión y una estafa que lo ha dejado en la ruina. Desesperado, ve cómo sus sueños se desmoronan… hasta que aparece Leocadia, cual salvadora inesperada, ofreciendo una tabla de salvación.
“¿De verdad crees que tu proyecto tiene futuro?”, le pregunta con falsa humildad. Y, antes de que Manuel pueda dudar, ella lanza la bomba: está dispuesta a prestarle nada menos que 10.000 pesetas. Un gesto que, en apariencia, nace de la generosidad… pero que en realidad es la trampa perfecta. Porque Leocadia no da puntada sin hilo: su dinero no viene sin condiciones, y lo que aparenta ser una ayuda desinteresada es, en realidad, su primer gran paso para adueñarse también del negocio del señorito.
Manuel, agradecido y sin ver más allá de lo evidente, acepta sin dudar. Le confía sus planes, le entrega sus esperanzas y, lo más peligroso, le cede parte del control de su empresa. Leocadia no solo se convierte en inversora, sino también en socia. El golpe ha sido certero. Sin levantar sospechas, sin levantar la voz, Leocadia ha ganado un terreno más en su ascenso al poder absoluto dentro de La Promesa.
Y por si fuera poco, los problemas de Manuel no terminan aquí. Aún resuena el eco del escándalo de Toño y el dinero desaparecido, y las consecuencias siguen arrastrándose como un veneno silencioso. Simona se verá obligada a enfrentarse a la verdad sobre su hijo, mientras Manuel, abatido, deberá decidir si sigue adelante con su taller. Pero para avanzar, necesita más capital… y ahí está ella otra vez. Doña Leo, siempre presente en el momento justo, con otra oferta de dinero que esta vez la convierte en socia mayoritaria.
¿Ingenuidad? ¿Desesperación? ¿Una mezcla de ambas? Lo cierto es que Manuel, cada vez más parecido a su padre en lo económico, se deja llevar una vez más por los cantos de sirena de una mujer que no tiene otra ambición que quedarse con todo.
Y mientras Leocadia se adueña poco a poco del ala noble, también intenta extender sus tentáculos hacia el ala del servicio. Pero aquí, por fin, algo se le escapa de las manos. Petra Arcos, su aliada dentro del personal, es despedida por orden directa de la señorita Catalina. La causa: su supuesta implicación en la excomunión del padre Samuel. Una acusación grave que pone punto final a su presencia en el palacio… al menos por ahora.
El despido de Petra no ha sido idea de Leocadia. Al contrario, la ha tomado completamente por sorpresa. Ella necesita tener ojos y oídos entre el servicio, y Petra era su aliada perfecta. Pero Catalina ha actuado con firmeza, demostrando que no todo está bajo el control de la postiza. El enfrentamiento entre ambas será inminente.
Pero claro, conocemos a Leocadia. Y si algo ha demostrado, es que sabe cómo jugar sus cartas. Ya se está preparando para manipular nuevamente al marqués, su “favorito”, con tal de revertir la decisión de Catalina. ¿Lo logrará? Todo apunta a que sí. De hecho, esta semana veremos a Petra despedirse de sus compañeros… aunque su salida definitiva podría no ser tan definitiva como parece.
En este tablero de ajedrez en que se ha convertido La Promesa, Leocadia mueve sus piezas con maestría. Hoy le da dinero a Manuel, mañana chantajea al marqués, y pasado mañana, tal vez, recupera a Petra. Es incansable. Astuta. Peligrosa.
Y mientras tanto, las habladurías vuelven a agitar el ambiente en los mentideros del pueblo. ¿Será cierto ese viejo rumor de que el verdadero padre de Manuel no es el marqués, sino el capitán Lorenzo? ¿Acaso esa ineptitud financiera que comparten padre e hijo es otra señal de que el linaje no es tan noble como se creía? Por ahora, todo queda en susurros. Pero en La Promesa, los secretos siempre acaban saliendo a la luz.
Lo que sí está claro es que Manuel está más solo que nunca. Sin una esposa en quien confiar, traicionado por su socio, sin el apoyo de una madre que le ha dado la espalda… y ahora atrapado en la red de una mujer que se presenta como su salvadora, pero que está lista para devorarlo.
Leocadia ha dado un golpe certero. Y mientras todos en La Promesa siguen preocupados por la superficie de los problemas, ella ya está sentada cómodamente en el centro del tablero, dispuesta a mover la siguiente ficha.
Porque esto, querido lector, no ha hecho más que empezar.