En los próximos episodios de La Promesa, el velo que ha cubierto el atentado contra Jana finalmente comienza a levantarse… y todo gracias a un detalle inquietante revelado por un experto en sustancias peligrosas. Pia y Curro, cada vez más convencidos de estar muy cerca de la verdad, se embarcarán en una investigación desesperada que no solo pondrá en peligro sus vidas, sino que sacudirá por completo la estabilidad de la casa.
Todo comienza con una visita clandestina. Pia, decidida a confirmar sus sospechas, acude a escondidas a consultar a un especialista reconocido por su conocimiento sobre reacciones orgánicas en humanos. Lo que esperaba fuera una conversación esclarecedora, sin embargo, se convierte en un encuentro turbio, frío y profundamente inquietante. El hombre se muestra evasivo, da respuestas vagas y mantiene un comportamiento sospechoso, como si supiera demasiado… incluso antes de que Pia pronunciara palabra alguna.
Con el corazón oprimido, Pia regresa a La Promesa, visiblemente alterada. Allí, la espera Curro, en ese rincón secreto del edificio que han convertido en su refugio para compartir confidencias. Él nota enseguida su tensión, y cuando le pregunta cómo ha ido todo, ella duda antes de responder. Finalmente, con un nudo en la garganta, le confiesa: “Ha sido extraño. Inquietante. Creo que cometimos un error al acudir a ese hombre. Sabe que Jana no murió por causas naturales, sabe que abrimos el ataúd… y si habla, todo se viene abajo”.
Pero entonces Curro añade un dato perturbador. El experto mencionó a Petra. Dijo conocerla. No fue directo, pero dio a entender que habían tenido tratos antes, que ella sabía exactamente lo que él hacía. El rostro de Pia se transforma. “Entonces es eso… Petra tenía acceso. Sabía manipular esas sustancias. Sabía cómo esconderlas, cómo dosificarlas. Siempre sospeché que saboteó el tratamiento de Jana. Ahora estoy casi segura. Fue ella. Ella arruinó la única oportunidad que tenía Jana para sobrevivir”.
En ese instante, un trueno retumba a lo lejos, como si la propia naturaleza confirmara la gravedad de sus palabras. Curro se queda mirando por la ventana, pensativo. “Si Petra fue capaz de eso, entonces ya estamos atrapados. Esto no es solo una sospecha, es una guerra silenciosa”.
Pia, decidida, da un paso adelante. “Debemos hacer algo antes de que sea demasiado tarde. Petra sigue en la casa, cocinando, sirviendo… pero tiene acceso a todo. Si ya fue capaz de matar una vez, ¿qué la detendría ahora?” Pero Curro plantea la dificultad más grande: “¿Y cómo lo demostramos? Es astuta, no deja huellas. Habla solo lo necesario. Parece que espera… el momento justo para volver a atacar”.
Entonces Pia, con la mirada firme y los ojos brillantes por la emoción, responde: “Encontraremos ese momento. No dejaremos que alguien más muera en el silencio”.
Justo entonces, un ruido seco los hace sobresaltarse. Un golpe proveniente de la bodega. Ambos se congelan. Curro, de inmediato, se dirige al mueble escondido y saca una vieja linterna de aceite. Pia, con la voz quebrada, susurra: “No hay nadie en esa parte de la casa”. “Lo sé”, responde él, sombrío. “Y eso es lo que más me inquieta”.
Bajan por las escaleras de servicio, envueltos en sombras proyectadas por la tenue luz de la linterna. Cada paso cruje. El aire se vuelve más frío. Cuando llegan a la puerta de la bodega, Curro se detiene. “Si hay alguien ahí… debemos enfrentarlo”. Abre lentamente la puerta. Una oscuridad densa los envuelve. El olor es metálico, penetrante. Y en medio de ese silencio, un susurro: “No debieron bajar”. Pia se cubre la boca para no gritar. Curro alza la linterna. Algo se mueve entre las sombras.
“Ella no lo hizo sola”, afirma Curro con rabia contenida. “Nunca se habría atrevido. Alguien le dio la orden. Alguien con poder. Alguien por encima”. Pia asiente lentamente: “¿Estás pensando en Cruz?”. Él la mira con furia: “Cruz y Petra eran uña y carne. Cruz odiaba a Jana. Se sentía amenazada”.
Pero Pia no está tan segura. “Todo ha sido extraño desde que arrestaron a Cruz. Los movimientos de Petra… el control que ha tomado Leocadia. Su mirada sobre los criados. Sobre mí. Siento que hay alguien mucho peor detrás de todo esto”. “¿Estás diciendo que fue Leocadia?”, pregunta Curro con incredulidad. “Estoy diciendo que todo apunta a ella. Tenía acceso a la habitación de Jana, era respetada, nadie sospechaba de ella… y además, tenía a Petra bajo control”.
Curro aprieta los dientes. “Si eso es cierto, estamos frente a alguien más cruel de lo que pensábamos”. “Exacto”, confirma Pia. “Y si realmente ella es la mente detrás de todo, la verdad aún está lejos de salir completamente a la luz. Pero ahora sabemos dónde buscar”.
Se miran con complicidad. Saben que el camino será peligroso. Pero están más decididos que nunca, porque encontrar la verdad sigue siendo la única forma de dar paz a Jana.
Sin embargo, justo cuando se disponen a regresar, una sombra se desliza por los pasillos superiores. Un destello metálico —quizás una hebilla, un objeto brillante— parpadea un segundo antes de desaparecer.
“Curro…”, susurra Pia.
La caza ha comenzado. Y el enemigo está más cerca de lo que jamás imaginaron.