LA PROMESA – Petra regresa transformada, revela que no puede ser despedida y se venga de Leocadia

Los pasillos de La Promesa ya no son los mismos desde que Petra fue expulsada del palacio. Aunque su salida fue fulminante, una duda inquietante empieza a tomar forma entre los criados: ¿y si esta vez Petra no fue la culpable de la excomunión del padre Samuel? Por primera vez, algunos empiezan a pensar que tal vez se cometió una injusticia. Sin embargo, Catalina llega al lugar con la determinación de acabar con los rumores. Ordena que no se hable más del asunto: su decisión es definitiva y no habrá vuelta atrás.

Lo que nadie imagina es que esa misma noche, la oscuridad de La Promesa será rota por el inesperado regreso de Petra. Pero esta no es la misma mujer que fue destituida. Petra vuelve completamente transformada: su porte es más firme, su mirada más fría, y su lengua más afilada que nunca. Irrumpe en el palacio con una nueva imagen, decidida a enfrentarlo todo… y a todos. Lo primero que revela, para estupefacción de todos, es que no puede ser despedida legalmente por una cláusula en su contrato que Catalina ignoró por completo. Con una sonrisa de triunfo, Petra recupera su lugar con una mezcla de arrogancia y misterio.

Leocadia, por su parte, siente cómo su mundo empieza a tambalearse. Desde la salida de Petra, ha intentado controlar los hilos del poder en la sombra. Se ha reunido con Alonso, el marqués, para intentar manipularlo y convencerlo de que la destitución fue impulsiva, errónea, y dañina para la estabilidad del palacio. Con palabras dulces y argumentos envueltos en preocupación por el “orden”, ha tratado de hacerle creer que Petra era necesaria, que su dureza era una virtud, y que el servicio está al borde del caos sin su liderazgo. Pero lo que realmente teme Leocadia es lo que Petra sabe… y lo que puede decir.

La conversación con Alonso, sin embargo, no va como esperaba. Aunque el marqués escucha con paciencia, no cede. No quiere más conflictos, y por ahora, se niega a reabrir la herida. Leocadia oculta su ira tras una sonrisa cortés, pero en cuanto se aleja de la biblioteca, su rostro se transforma. Sus labios se aprietan, su expresión se endurece. En su mente, empieza a tejer la próxima jugada.

Ya en sus aposentos, se encuentra con Lorenzo, su cómplice. Él, con su habitual cinismo, le pregunta si logró convencer al marqués. La risa burlona de Leocadia lo dice todo. “Alonso es un idiota”, dice sin filtros. “Un tonto que aún cree en la familia y la tradición. Manipularlo es como quitarle un caramelo a un niño”. Lorenzo, incómodo con su tono arrogante, intenta advertirle que tanta soberbia puede ser peligrosa. Pero Leocadia no quiere sermones. Para ella, todo está bajo control.

Lorenzo no entiende por qué Leocadia insiste en traer de vuelta a Petra, si fue ella misma quien orquestó su caída. Leocadia, con su calma venenosa, lo explica con una lógica inquietante: Petra, dice, es útil. Muy útil. Conoce todos los rincones del palacio, ha servido durante años a Cruz, y guarda secretos que nadie más sabe. Petra tiene un pasado turbio, y eso la convierte en la aliada perfecta… o más bien, en el peón perfecto. “Mientras todos se distraen con sus errores, nosotros actuamos en las sombras. Petra será nuestro escudo, la que distraerá las miradas mientras avanzamos”, afirma Leocadia con tono gélido.

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Pero Lorenzo, siempre más cauto, le lanza la pregunta clave: “¿Y si Petra se revela? ¿Y si decide hablar de ti, del padre Samuel, de Hann?” La respuesta de Leocadia es tan cruel como certera: “No tendrá tiempo para eso. En cuanto cumpla su función, será descartada”.

Lo que Leocadia no sabe es que Petra ha regresado con su propia agenda. En silencio, ha reunido pruebas, ha observado desde las sombras, y está lista para desenmascarar a los verdaderos responsables de la caída del padre Samuel. Está cansada de ser el chivo expiatorio de todos, y esta vez no piensa caer sin antes arrastrar a sus enemigos con ella. Su regreso no solo remueve viejas heridas, sino que amenaza con dinamitar todo lo que se ha construido en el palacio. Y la primera en su lista… es Leocadia.

Los criados se miran con nerviosismo. Los murmullos se multiplican. La tensión se palpa en cada rincón de La Promesa. Petra ha vuelto. Y no lo ha hecho para pedir perdón.

Ha vuelto para ajustar cuentas.

Porque ahora tiene el poder, la información… y sobre todo, la determinación de usarlo todo para vengarse. Leocadia quiso jugar con fuego, y ahora descubrirá lo que pasa cuando el fuego lleva el nombre de Petra. ¿Será demasiado tarde para detenerla?

La Promesa nunca volverá a ser la misma.

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