La tensión en La Promesa nunca había sido tan palpable. López, quien antes se había ganado el respeto de todos como el mejor cocinero del palacio, ahora se encontraba atrapado en el uniforme de un simple lacayo. La humillación era insoportable para él. El mayordomo Cristóbal, quien siempre había sido un hombre de reglas estrictas y control, lo había rebajado de la forma más cruel. Y ahora, López estaba decidido a que eso no quedara así.
Días tras días, López se sometió a las tareas más serviles, siempre con la sensación de que su orgullo se desvanecía poco a poco. Su antiguo delantal de cocina, que alguna vez le dio tanta satisfacción, estaba guardado en lo profundo de su habitación, mientras él portaba con desgana el uniforme de lacayo. Cada bandeja servida, cada orden dada por Cristóbal, era como un golpe directo a su corazón.
Pero el verdadero cambio comenzó cuando López decidió no quedarse de brazos cruzados. Al principio, intentó mantener la calma, apoyado por su amigo Curro, quien le aconsejaba pensar con la cabeza fría y no enfrentarse a Cristóbal directamente. Sin embargo, la rabia de López lo consumía, y las palabras de Curro cayeron en saco roto. “Voy a investigar a Cristóbal”, dijo con determinación. “Voy a encontrar algo que me dé lo que me corresponde”.
Cada paso que Cristóbal daba, cada movimiento que hacía, era observado por López. Se convirtió en una sombra, siempre presente pero invisible, esperando el momento adecuado. Fue entonces cuando, durante una tarde calurosa, López descubrió el secreto que cambiaría todo: Cristóbal, el temido mayordomo jefe, tenía una relación secreta con Leocadia, la huésped del palacio.
López, decidido a usar esta información para su ventaja, esperó pacientemente hasta el momento más oportuno. Una noche, con el corazón acelerado y la mente en ebullición, se dirigió al despacho de Cristóbal. Sin pedir permiso, abrió la puerta y se enfrentó a él directamente, con la mirada llena de desafío. “Tenemos que tener una conversación seria”, dijo con firmeza.
El mayordomo intentó mantener su compostura, pero la amenaza que López traía era mucho más fuerte de lo que había imaginado. López, sin dudar, le reveló que sabía del romance secreto entre él y Leocadia. “Imagina lo que pasaría si esto llegara a oídos del marqués. ¿Qué pasaría si todos se enteraran?”, dijo López con una media sonrisa. La tensión en el aire era palpable. Cristóbal, por primera vez, estaba acorralado.
López no solo quería recuperar su puesto como cocinero, sino también vengarse de la humillación que había sufrido. Con voz firme, exigió no solo su puesto, sino un aumento en su salario. Cristóbal, con el orgullo herido, no tuvo más opción que ceder. “Está bien, tendrás lo que quieres”, murmuró, aceptando su derrota.
A la mañana siguiente, López regresó a la cocina, no solo como el cocinero que había sido, sino como el hombre que había derrotado a su enemigo. El delantal blanco volvió a cubrir su pecho, y la cocina, su reino perdido, se sintió nuevamente bajo su control. Pero la victoria de López no fue solo sobre recuperar su lugar, sino también sobre el poder que Cristóbal había ostentado durante tanto tiempo.
Sin embargo, la historia de Cristóbal y Leocadia aún no había terminado. López, sabiendo que tenía la carta más fuerte, continuó observando en las sombras. Con una sonrisa discreta, pensó en la bomba que aún no había detonado.
¿Qué opinas de la venganza de López contra Cristóbal? ¿Crees que Alonso se enterará de la relación secreta entre Cristóbal y Leocadia? ¡Déjanos tu comentario