La Promesa: Leocadia revela sabotaje oculto que casi causa accidente de Curro

En los salones en penumbra de La Promesa, Leocadia, siempre fría como el mármol, se dispone a revelar su plan maestro. Un sabotaje que casi le cuesta la vida al joven Curro y que desató una cadena de secretos, traiciones y suicidios. Mientras Lorenzo tiembla ante la inminencia de una prueba irrefutable y Alonso oscila entre el deber y el dolor paternal, la conspiradora orquesta un exilio diplomático disfrazado de gesto noble. ¡Pero un arrebato de furia desvelará la verdad más atroz! Leocadia intentó asesinar a su propio hijastro. ¿Podrá el marqués soportar esta confesión y restaurar la justicia en su familia? ¿O el veneno de la mentira y la venganza destruirá para siempre La Promesa?

La Conspiración en la Sombra: El Plan Frustrado de Leocadia y Lorenzo 🤫

Leocadia lo esperaba sentada con una rigidez casi antinatural en uno de los sillones de terciopelo carmesí. Sus manos, enfundadas en guantes de encaje, estaban entrelazadas sobre su regazo, un gesto de falsa serenidad que no lograba ocultar la inquietud que bailaba en sus ojos oscuros, fijos en las llamas danzantes de la chimenea. Parecía una estatua de mármol, fría, imperturbable, pero Alonso, que la conocía desde hacía años, sabía leer las microexpresiones que delataban su agitación: el leve temblor en la comisura de sus labios, la forma en que su respiración era un poco más rápida de lo normal.

No estaban solos en su conspiración. Lorenzo, Conde de Añil, rondaba la estancia como una fiera enjaulada, sus pasos nerviosos marcando un ritmo ansioso sobre la alfombra persa. Su rostro, habitualmente compuesto y arrogante, estaba desfigurado por una mueca de preocupación. Se detuvo bruscamente frente a Leocadia, pasándose una mano por el cabello con un gesto de frustración.

“Curro nos ronda como un sabueso”, dijo su voz, un susurro sibilante y cargado de veneno. “Después de todo lo que hicimos, después del maldito accidente con el caballo, el muy bastardo sigue hurgando. No se rinde, Leocadia. Está más cerca de la verdad que nunca.”

“¿Tú crees que no lo sé? Lo veo en sus ojos cada vez que se cruza conmigo en un pasillo”, replicó Leocadia sin apartar la vista del fuego. “Me mira como si supiera exactamente de lo que soy capaz. Desde que Eugenia, desde que nos dejó [corrigió como si el mero hecho de nombrar el suicidio fuera una vulgaridad], él no ha parado ni un solo día de buscar respuestas. Es un perro de presa, obsesionado con un rastro que debió enfriarse hace mucho tiempo. Ya sospecha de mí, ya sospecha de ti. Lo sé, pero sospechar no es probar.”

Lorenzo soltó una risa amarga, carente de humor. “¿Y qué pasará cuando encuentre una prueba?”, la desafió, acercándose a ella. “Cuando hable con el sargento Funes y conecte las piezas, si encuentra algo, lo que sea: una carta olvidada, un frasco de láudano, el testimonio de un mozo de cuadra sobornado, cualquier cosa. Entonces tendremos que actuar, Leocadia, y no con sutilezas.”

La Promesa: Curro destapa la verdad: el sello de Leocadia lo cambia todo en  'La Promesa' - YouTube

Por primera vez, Leocadia alzó los ojos del fuego para clavarlos en Lorenzo. Su mirada era de acero, afilada y llena de una determinación que le helaba la sangre. “La caída del caballo fue un error“, sentenció con frialdad. “Un error mal ejecutado. Un plan burdo y violento, indigno de nosotros. El animal no obedeció como debía. El muchacho tiene la resistencia de la mala hierba y sobrevivió. Aquello no fue más que una advertencia del cielo, Lorenzo. Una señal de que debemos cambiar de estrategia. Si queremos que desaparezca de nuestras vidas para siempre, tendremos que usar la inteligencia, no la fuerza bruta.”

Lorenzo frunció el ceño, su angustia mezclándose con una curiosidad recelosa. “¿Y qué sugieres entonces? ¿Que lo eliminemos definitivamente? ¿Un veneno discreto en su copa de vino, un desafortunado accidente de caza?” Leocadia esbozó una sonrisa delgada, casi imperceptible. “Claro que no, por Dios. Sería demasiado obvio, demasiado arriesgado. El marqués ya está devastado, pero no es estúpido. Una segunda tragedia tan conveniente levantaría sospechas hasta en el más tonto de los sirvientes. No, Lorenzo, no vamos a mancharnos las manos de sangre. Vamos a hacer algo mucho más elegante. Voy a lograr que se marche por voluntad de su propio padre.”


El Plan Maestro: Exilio Diplomático y Manipulación 👑

Leocadia se levantó del sillón con una calma teatral, su vestido de seda oscura susurrando a cada paso. Caminó hacia la imponente estantería que cubría una de las paredes, deslizando sus dedos enguantados por los lomos de cuero de los libros antiguos, como si estuviera acariciando los hilos de su plan maestro.

“El marqués, mi querido Alonso, todavía confía en mí. Desde la caída en desgracia de Cruz, soy su único pilar, su confidente. Está sensible, vulnerable. El nombre de la familia Luján está por los suelos, arrastrado por el fango del escándalo. Solo hay que usar eso. Su orgullo herido es nuestra mejor arma.”

Lorenzo la observaba escéptico. Cruzó los brazos sobre el pecho. “¿Y cómo piensas hacerlo? ¿Vas a convencerlo de que eche a su propio hijo del palacio? Alonso es débil, pero tiene un retorcido sentido del honor.”

“Más que eso”, replicó Leocadia, girándose para enfrentarlo con un libro encuadernado en piel en la mano que sostenía como un cetro. “Voy a convencerlo de que lo envíe lejos, muy lejos, a Italia. Tal vez conozco a un conde en Siena, un hombre de gran influencia y pocas preguntas que le debe ciertos favores a mi familia desde hace generaciones. Será un retiro diplomático perfecto, una oportunidad de oro para apartar al bastardo del camino sin que parezca un castigo, sino un privilegio. Lo presentaremos como un acto de generosidad paterna.”

La desconfianza en el rostro de Lorenzo no se disipó. “¿Y si el marqués se niega, si su conciencia por una vez le gana la partida a su cobardía?” Leocadia soltó una risita baja, un sonido carente de alegría y lleno de cálculo. “Olvidas algo fundamental, Lorenzo. Olvidas que soy la única persona que le queda desde que Cruz perdió la razón. Y Eugenia, bueno, desde lo de Eugenia… Ella lo deshonró, y Curro para Alonso no es más que un recordatorio viviente y bochornoso de esa deshonra, de su debilidad, de la criada Dolores. Todo lo que debo hacer es usar las palabras adecuadas, tocar las teclas precisas de su vergüenza y su miedo. Verás cómo cede, siempre lo hace.” Su sonrisa se ensanchó, transformándose en una mueca venenosa y triunfal.

El plan estaba trazado, solo faltaba ejecutarlo.


La Manipulación de Alonso: Un Padre Acuñado por la Vergüenza 💔

Horas más tarde, cuando la luz del día comenzaba a retirarse y las sombras se alargaban en los pasillos de La Promesa, Leocadia tocó con los nudillos en la puerta del despacho del marqués. El sonido fue discreto, respetuoso, el preludio perfecto para la manipulación que estaba a punto de desatar.

Alonso levantó la vista de una pila de documentos. Eran informes sobre la reconstrucción de las tierras familiares, cifras, deudas, un mar de problemas que pesaban sobre sus hombros. Su expresión era la de un hombre agotado, un gigante vencido por las circunstancias. “Leocadia, ahora no sería el mejor momento. Tengo la cabeza a punto de estallar.” Ella abrió la puerta y entró sin esperar una invitación formal, cerrándola suavemente tras de sí. Su presencia llenó la habitación de un perfume floral y una calculada solemnidad.

“Alonso, el mejor momento nunca llega cuando se trata de proteger el honor de un hombre centenario como el tuyo”, dijo con una voz suave, casi maternal. “¿Puedo pasar?” “Ya lo he hecho. Necesitamos hablar. Es urgente.” Él suspiró, un sonido largo y cansado, y dejó la pluma sobre el tintero. Hizo un gesto breve con la mano, una capitulación silenciosa. “Habla. Di de una vez lo que has venido a decir.”

Leocadia se sentó en la silla frente a su escritorio, adoptando un porte noble y dejando escapar un suspiro estratégicamente colocado, como si las palabras que iba a pronunciar le causaran un profundo dolor. “Es sobre Curro.” El nombre bastó para que Alonso frunciera el ceño. Sus hombros se tensaron. “¿Qué pasa con él ahora?”

“Tú sabes cuánto respeto siento por el muchacho, Alonso. Sabes que he intentado guiarlo, protegerlo”, comenzó su voz, un murmullo de falsa aflicción. “Pero también sabes lo que se dice en los pasillos. Ya no son solo susurros. Los sirvientes murmuran en la cocina. Los empleados del pueblo comentan en la taberna. La casa Luján, dicen, nunca ha estado tan expuesta al ridículo como ahora. El escándalo nos persigue como una plaga.” Observó a Alonso con atención, analizando cada parpadeo, cada contracción de los músculos de su mandíbula. Vio el anzuelo prender.

“Primero fue Eugenia”, continuó, asestando el primer golpe. “Eugenia, a quien Curro consideraba su madre, se lanzó por un acantilado, Alonso, y por poco, por muy poco, no se llevó al nieto de Catalina en brazos.” “¡No digas eso!”, reaccionó Alonso, su voz un gruñido bajo, visiblemente afectado. “Eugenia estaba enferma, confundida. Jamás le habría hecho daño al bebé.” “Pero casi lo hizo”, insistió Leocadia, elevando ligeramente la voz. “Y eso, mi querido Alonso, es una mancha que no se borra. La prensa ya no solo insinúa, ahora publica abiertamente que todo fue una disputa interna, una guerra familiar por la herencia. Y en medio de todo este fango tenemos a Curro. Curro jugando al justiciero, desenterrando asuntos que debieron haberse ido a la tumba con los muertos. Cada pregunta que hace es una palada de tierra sobre nuestro buen nombre.”

El marqués se levantó, incapaz de permanecer quieto. Caminó hasta la gran ventana que daba a los jardines frontales, dándole la espalda. La silueta de su cuerpo contra la luz moribunda del crepúsculo era la de un hombre acorralado. Leocadia se levantó también, acercándose a él por detrás. Su voz, ahora un susurro confidencial y letal. “Él es mi hijo bastardo“, completó con una firmeza brutal, usando las palabras exactas que sabía que lo herirían más. “Y eso, Alonso, es justamente lo que lo vuelve tan peligroso para tu reputación. No tiene lugar ni en el mundo de los nobles que lo desprecian por su origen, ni entre los criados que lo ven como un usurpador. Es un símbolo viviente y andante de todo lo que la casa Luján desea olvidar: la locura de Eugenia, la traición de Dolores, la caída de Cruz, y ahora su obsesión con esa criada, Jana. Todo el desastre parece girar a su alrededor. Es un imán para la tragedia.”

Alonso apretó las manos con fuerza tras la espalda, sus nudillos blancos. Su voz, cuando habló, estaba quebrada por el peso de la vergüenza. “¿Qué estás sugiriendo, Leocadia? ¿Qué quieres que haga?” Ahí estaba la pregunta que ella esperaba.


La Sentencia: El Exilio Inevitable 😔

“Un alejamiento temporal, Alonso”, respondió ella, su tono ahora suave y razonable, como si le ofreciera un bálsamo. “Por su bien y por el bien de la familia. Conozco a un hombre muy influyente en Siena, el conde Loretani. Es un viejo amigo de mi familia. Posee un palacio aislado en la Toscana, un ambiente diplomático, culto, refinado, sin rumores, sin distracciones, sin fantasmas del pasado. Podemos enviar a Curro allí con una carta de recomendación tuya. Lo verá como un gesto de confianza, una oportunidad para formarse, no como un castigo. Y tú, mientras tanto, podrás reorganizar La Promesa, restaurar el orden sin el peso de otro escándalo acechando en cada esquina.”

El marqués no respondió de inmediato. El silencio se extendió en la habitación, denso y pesado. Pero en ese silencio, en la forma en que sus hombros se hundieron un poco más, Leocadia supo que había ganado. Había logrado una vez más doblegar la voluntad del marqués de Luján a la suya.

Al día siguiente, tras una noche en vela en la que los fantasmas de sus decisiones pasadas habían desfilado por su mente, Alonso llamó discretamente a Rómulo, el mayordomo. Con la voz ronca por la falta de sueño y el exceso de tormento, le pidió que avisara a Curro.


¡”Promisers”, el destino de Curro pende de un hilo! ¿Podrá Alonso resistirse a las manipulaciones de Leocadia? ¿O Curro será exiliado para siempre de La Promesa? ¡Dejad vuestras teorías en los comentarios!

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