El Dr. Guillén había intentado todo lo que conocía. La temperatura de Rafaela no cedía, el fiebre persistía, y sus métodos de tratamiento, que iban desde hierbas traídas de su pueblo hasta baños terapéuticos, no lograban aliviar a la pequeña. Nada parecía funcionar, y la frustración se apoderaba de él.
Catalina, madre devota, no se separaba de la cama de su hija ni un segundo. Las noches eran largas y solitarias, aunque Adriano la apoyaba en los momentos más oscuros. Pero incluso él comenzaba a dudar de la efectividad de las medidas que estaban tomando.
El médico había improvisado un pequeño invernadero en el cual intentaba mantener una temperatura constante para estabilizar la salud de Rafaela. Pero, a pesar de sus esfuerzos, la niña seguía debilitándose cada día más.
La tensión crecía entre los miembros del hogar. Simona, la sirvienta, apoyaba al médico en sus intentos, pero incluso ella se mostraba preocupada por los métodos poco convencionales que usaba Guillén. La familia de Catalina no confiaba completamente en él, y algunos sirvientes murmuraban que no era más que un “curandero de pueblo”.
Al principio, parecía que nada podría salvar a Rafaela. Pero entonces, un día, durante un tratamiento rutinario, algo cambió. Mientras cambiaba el vendaje de la niña, el Dr. Guillén notó algo extraño en su piel. Al principio, pensó que era simplemente una irritación, pero al examinarla más de cerca, descubrió un pequeño punto violeta cerca de la base de su cuello, una especie de ampolla con líquido oscuro.
Intrigado y alarmado, Guillén rápidamente hizo una incisión en la ampolla y observó el contenido bajo su rudimentario microscopio. Lo que vio lo dejó sin aliento: no se trataba de una fiebre común ni de una infección estomacal. ¡Rafaela estaba sufriendo de una rara infección cutánea, provocada por una bacteria desconocida que se había introducido en su cuerpo a través de ropa mal lavada y humedad!
De inmediato, el Dr. Guillén cambió su enfoque. Ordenó que se cambiara toda la ropa de la niña y aplicó una mezcla de hojas de malva, miel y vinagre de manzana para tratar la infección. En solo dos días, los síntomas empezaron a mejorar. Rafaela comenzó a respirar con más facilidad, y su fiebre bajó lentamente. Finalmente, el tercer día, la niña emitió un débil grito, un signo de vida renovada. Catalina, llena de lágrimas de alivio, cayó de rodillas, agradeciendo al médico por salvar a su hija.
Pero el alivio no duró mucho. A medida que la salud de Rafaela mejoraba, nuevas tensiones surgían en el palacio. Leocadia y Lorenzo, los villanos de la historia, comenzaron a conspirar en secreto. La presencia del médico en la casa, su éxito en el tratamiento de la niña, amenazaba el poder y la imagen de la familia Luján. ¿Podría la intriga de la corte y la traición acabar con la esperanza de Rafaela?
Mientras tanto, el Dr. Guillén, agotado pero satisfecho por el progreso de la niña, seguía en silencio su trabajo. Él sabía que su misión no había terminado, y que la batalla por la salud de Rafaela estaba lejos de concluir. Sin embargo, las sombras de la conspiración se cernían sobre el hogar, y lo que parecía un pequeño respiro pronto podría convertirse en una lucha aún más peligrosa.
¿Qué crees que sucederá después? ¿Cómo reaccionará Catalina ante las amenazas que se avecinan? ¿Logrará el Dr. Guillén mantener su promesa de salvar a Rafaela? ¡Deja tus comentarios abajo, me encantaría saber tu opinión!