“Pensé que te había perdido”, susurró Curro con la voz quebrada, mientras deshacía con manos temblorosas los nudos que mantenían prisionera a Ángela.
Pero esta historia no comenzó con un rescate. Comenzó con una traición.
Cuando Ángela descubrió los papeles que incriminaban a Lorenzo —recibos falsificados, rutas ilegales, anotaciones firmadas de su puño y letra— supo que tenía en sus manos la prueba definitiva. Y también supo que revelar esa verdad significaría poner en juego su propia vida.
Con los documentos ocultos bajo su vestido, cruzó los pasillos del palacio decidida a entregarlos a Alonso. Pero justo cuando la justicia parecía cerca, Lorenzo apareció. Frío. Calculador. Y despiadado.
En cuestión de segundos, la arrastró por un pasadizo oculto y la encerró en un granero abandonado, atándola con brutalidad. Las cuerdas no solo le cortaron la piel, también desgarraron la esperanza.
“Va a doler”, dijo él, mientras arrancaba con violencia los documentos del corpiño de Ángela. “Y es para que duela.”
Pero lo que Lorenzo no sabía era que alguien ya comenzaba a sospechar. Curro, al no encontrar a Ángela, empezó a unir los cabos: el último lugar donde fue vista, el testimonio de los criados, y una pista irrefutable… un pedazo de su vestido atrapado en las rejas.
Enfrentó a Lorenzo en el pasillo, y una frase del capitán —arrogante, mal medida— le reveló la verdad: “Ya es demasiado tarde para buscar a quien no quiere ser encontrada”.
Curro no dudó. Montó su caballo y cabalgó con furia hasta el granero. Lo que encontró dentro le rompió el alma: Ángela, atada, herida, temblando. La liberó entre lágrimas y promesas, abrazándola con la fuerza de quien temió perderlo todo.
Pero la justicia no podía esperar. Con los documentos en mano, irrumpió en el gran salón del palacio durante una reunión. La voz firme, el alma ardiente. Reveló todo frente a nobles, criados y autoridades: las pruebas, las heridas de Ángela, la corrupción de Lorenzo.
El silencio se rompió con la entrada de Burdina, quien leyó la orden de arresto sin titubeos. Lorenzo, humillado, fue esposado y arrastrado fuera bajo los ojos de todos. El “capitán” había caído.
Ahora, con la verdad expuesta y la justicia encaminada, la pregunta es inevitable:
¿Será este el verdadero final de Lorenzo… o solo el comienzo de su venganza?