En los pasillos sombríos de La Promesa, donde los secretos se filtran como el viento por las grietas centenarias, un nuevo capítulo oscuro comienza a escribirse. Y es Curro quien, empujado por el dolor desgarrador de la pérdida de su hermana Yana, se lanza en una peligrosa cruzada que promete sacudir los cimientos de la mansión. Lo que parecía una simple visita al cementerio se convierte en una revelación demoledora: el anillo que Cruz Luján hizo encargar, ese mismo que una vez brilló con la falsa pureza de un regalo, esconde en realidad la huella sangrienta de una conspiración. Un anillo maldito. Un sello de muerte.
La verdad, como una serpiente que se desliza entre los arbustos, empieza a alzarse con dientes afilados. Curro no sólo descubre que la joyería donde se encargó la pieza está vinculada a la muerte de su hermana, sino que la gerente, una tal Esmeralda Yob, podría ser la clave para desenmascarar a la auténtica autora intelectual del crimen: su propia tía, la infame marquesa Cruz Luján.
El ambiente en La Promesa se torna irrespirable. El aire lleva el peso de los secretos, las traiciones y los fantasmas que aún claman justicia. Curro, cada vez más consumido por su dolor, jura en silencio que hará pagar a quien esté detrás del asesinato de Yana. El anillo no es solo una prueba, sino una sentencia.
En la biblioteca, bajo la luz temblorosa de las lámparas de aceite, Curro comparte su hallazgo con Manuel y Abel. La tensión es palpable. Manuel, siempre cauteloso, le advierte: si Esmeralda lo reconoce, lo perderán todo. Pero Curro está decidido. “Ella tiene que verme”, dice con los ojos llenos de fuego. “Necesita mirar el dolor que ha causado.”
Mientras los tres conspiran una estrategia, al otro lado de la finca, Rómulo toma una decisión inesperada: dejar La Promesa. Su amor por Emilia y el hartazgo por las conspiraciones aristocráticas lo empujan a buscar una vida distinta, una vida real. Su renuncia deja un vacío enorme en la casa… y desata nuevas ambiciones.
Ángela, la joven doncella con garras escondidas, ve la salida de Rómulo como una oportunidad para escalar. En un tenso encuentro con Leocadia, su rival en las sombras, lanza una advertencia envenenada: “No te interpongas en mi camino. Esta casa aún no ha visto de lo que soy capaz.” Y con esa frase, un nuevo conflicto se gesta en las entrañas del servicio.
Pero el drama no se detiene ahí. Catalina y Adriano se enfrentan a un dilema que podría alterar para siempre el futuro de La Promesa. El duque de Belmonte les ofrece un condado entero. Poder, prestigio… pero también servidumbre. Catalina, fiel a sus principios, desconfía: “Nadie regala tanto sin esperar algo a cambio.” Adriano, más pragmático, intenta convencerla. Pero ambos saben que la voz más fuerte será la de Cruz Luján, que verá en esa oferta una escalera hacia su ambición desmedida.
Con todos los frentes ardiendo, llega el jueves. El día en que Curro enfrentará a Esmeralda. Vestido como un campesino, galopa bajo un cielo gris que parece presagiar una tragedia. Manuel lo sigue desde lejos, listo para intervenir. El plan es claro: no habrá violencia, solo verdad. Una verdad afilada como un cuchillo.
Curro se adentra en el cementerio de San Isidro. Allí, entre tumbas y flores marchitas, espera a Esmeralda. El momento de la confrontación se acerca. ¿Confesará ella lo que sabe? ¿Se quebrará bajo el peso de su conciencia o del miedo?
Y en medio de todo, la sombra del anillo maldito sigue brillando como un símbolo de poder, traición y muerte. Cruz Luján, quizás sin saberlo, ha sellado su destino con esa joya. Porque la venganza, cuando se viste de justicia, es implacable.
Lo que viene después puede ser el fin… o el renacimiento de La Promesa.
Y Curro está dispuesto a todo para cumplir la promesa que hizo a su hermana moribunda. 💔💍