La calma aparente que envuelve el palacio de La Promesa está a punto de romperse en mil pedazos. En el próximo e impactante capítulo de la serie, una revelación sepultada desde hace semanas verá finalmente la luz, sacudiendo los cimientos de la familia Luján y alterando para siempre el rumbo de la historia. Todo comienza cuando Pia, consumida por una angustia que lleva tiempo ocultando, toma la decisión más arriesgada de su vida: pedirle al sargento Burdina que regrese al palacio. La razón de su llamado es un secreto tan grave que podría costarle el puesto… y algo más.

Con el rostro tenso y la mirada cargada de pesar, Pia se presenta ante Ricardo en la sala de servicio. Le pide, con voz temblorosa, que contacte al sargento. Ricardo, sorprendido por la solicitud, se niega en un principio: sabe que tal convocatoria solo puede hacerse con el permiso del marqués Alonso. Pero Pia insiste, con una urgencia que traspasa cualquier protocolo. “Confía en mí”, le suplica. Y lo consigue. Ricardo accede, aunque deja claro que, si algo sale mal, será Pia quien asuma toda la responsabilidad.

Horas más tarde, cuando el reloj del salón marca las tres de la tarde y un cielo gris amenaza con estallar en tormenta, Burdina llega al palacio. No entra por la puerta principal, sino por una entrada trasera, conducido discretamente por Ricardo hacia el ala norte, una zona olvidada del palacio que guarda más secretos de los que nadie imagina. Allí, en una habitación polvorienta, Pia lo espera. Está nerviosa, pero decidida. Lo que va a contar cambiará todo.

“Gracias por venir”, le dice con voz quebrada. Burdina la observa con desconfianza. “Ricardo dijo que era urgente. Pero este misterio no me gusta nada. Podría costarme el uniforme”, responde él. Pia lo sabe. Pero también sabe que ya no hay vuelta atrás. Lo conduce hacia una mesa cubierta de papeles y frascos con muestras: allí está la clave.

Entonces lo suelta, sin rodeos. “Hace unos días, Cro y yo abrimos el ataúd de Jana”, confiesa. La frase resuena como un trueno. Burdina se queda helado. “¿Qué han hecho?”, pregunta con incredulidad. Pia asiente: exhumaron el ataúd sin autorización. Pero lo que encontraron fue aún más perturbador: el ataúd estaba vacío. No había cuerpo, ni rastro de descomposición, solo tierra y una tela manchada con fluidos extraños.

Eso no es todo. Pia revela que documentos médicos que pertenecían a Jana desaparecieron al mismo tiempo que lo hizo el doctor Gamarra, aumentando aún más el misterio. Burdina, visiblemente impactado, le advierte que están hablando de un crimen grave, que raya en escándalo nacional: profanación de tumba, ocultamiento de un cuerpo… Pero Pia no se detiene. Afirma con lágrimas en los ojos que volvería a hacerlo, porque lo que le hicieron a Jana fue monstruoso. Jana estaba mejorando. Cro lo vio. Ella lo vio. Pero alguien decidió ponerle fin a su recuperación.

Y entonces lanza una bomba aún mayor: Cruz no fue la responsable. Aunque ha cometido muchos errores, no fue ella quien selló el destino de Jana. Pia está convencida de que el culpable es alguien más cercano a la medicina, alguien con acceso a los registros y medicamentos. Aunque no puede decir aún su nombre, tiene sospechas claras.

“Necesito su ayuda, sargento”, le pide. Quiere que todo lo que quedó dentro del ataúd sea sometido a pruebas forenses: biopsias, análisis del suelo, rastros de fluidos. Cualquier cosa que pueda demostrar que Jana fue saboteada. Burdina la observa en silencio. El peso de la verdad es enorme. Le pregunta si está segura, si está dispuesta a enfrentarse a las consecuencias. Pia no duda: “Todas”, responde con firmeza.

El sargento asiente con gravedad. Sabe que lo que está por hacer podría desatar un escándalo de dimensiones impensables. Pero también entiende que la justicia no puede seguir esperando. Días después, Burdina regresa al palacio, esta vez con una carta sellada en la mano. Los resultados están listos. Y con ellos, una orden de arresto.

Nadie está preparado para lo que está a punto de suceder. Ni Manuel, que se enfrenta con el corazón destrozado a la posibilidad de que el amor de su vida haya sido víctima de una conspiración. Ni el resto de los habitantes del palacio, que sienten que algo se avecina cuando ven al sargento avanzar con paso firme por los pasillos. Burdina nombra en voz alta al culpable, una persona que nadie imaginaba, desatando el caos y el horror entre los presentes.

La verdad por fin ha salido a la luz, pero las consecuencias apenas comienzan. La Promesa jamás volverá a ser la misma. Jana no descansará hasta que se haga justicia. Y ahora que la tumba ha sido abierta, el silencio ya no podrá ocultar el crimen.
¿Quién será el verdadero culpable? ¿Estás preparado para saberlo?

No te pierdas el próximo capítulo… donde cada secreto enterrado volverá a respirar.