“No fue el disparo… fue el veneno. Alguien quiso asegurarse de que muriera.”
Así comienza esta semana de infarto en La Promesa, donde cada rincón del palacio es una trampa cargada de secretos mortales y pasiones rotas. La atmósfera es tan densa que hasta el silencio parece amenazante.
Curro vive bajo la espada del despido, manipulado por un Lorenzo más oscuro que nunca. Pero lo que parecía un simple enfrentamiento laboral se transforma en una revelación espeluznante: Yana no murió por el disparo de Cruz… sino por un veneno administrado en su lecho de muerte. Y el nombre detrás de esa atrocidad resuena como un latigazo: el capitán Lorenzo de la Mata.
Mientras tanto, Ángela, con el corazón inflamado de rabia, jura destruir al asesino. Y cuando Curro y ella encuentran pruebas irrefutables de tráfico de armas, su sed de justicia se convierte en una misión suicida. Corre el riesgo de enfrentarse sola al monstruo. ¿Llegará Curro a tiempo para detenerla?
En paralelo, la crisis política golpea a la familia Luján. El varón de Valladares lanza su ultimátum: desmantelar las reformas o enfrentarse a una guerra social y económica. Catalina se niega a ceder. Su firmeza es admirable, pero también peligrosa. ¿Será el precio de su integridad la ruptura definitiva con su familia?
López sufre una humillación pública al ser degradado a lacayo. Pía, acosada por el veneno del pasado, ve su secreto más oscuro salir a la luz: fue ella quien mató al padre de Santos. La confesión deja a Ricardo roto por dentro y a Santos con una venganza cumplida.
Pero no todo es oscuridad. Enora, inesperadamente, es recibida con calidez en las cocinas. Un picnic torpe de Toño se transforma en una cita real. Y el motor, símbolo de sueños modernos, recibe una oferta millonaria de Leocadia que pone a prueba la integridad de Manuel.
El clímax llega el viernes con la llegada de una caja. Dentro, un retrato de Cruz, enviado desde el sanatorio. Su sonrisa serena y sus ojos enigmáticos no son arte, sino advertencia. Alonso lo sabe: ese cuadro es el comienzo de algo mucho más siniestro.
Una nueva tormenta se cierne sobre La Promesa. Y esta vez, nadie estará a salvo.
¿Puede una imagen desencadenar el caos? ¿O es solo el primer movimiento de una partida mortal?