“La violencia se desató en La Promesa como nunca antes, y con ella, un torbellino de secretos y traiciones que cambiará todo para siempre.”
El 7 de agosto no es solo otro día en La Promesa. Es el día en que las grietas, que ya se extendían a lo largo de las vidas de sus habitantes, se convierten en abismos que amenazan con devorarlo todo. La violencia irrumpe en el palacio, y la traición se revela de una manera brutal e inesperada.
En el corazón de esta tormenta se encuentra Curro, quien, tras semanas de tensión con su tío, el capitán Lorenzo, finalmente sufre la violencia que se había estado gestando entre ellos. La biblioteca, que hasta ese momento había sido un refugio de silencio y conocimiento, se convierte en el escenario de una agresión feroz. Las palabras, cargadas de desprecio, se transforman en un golpe físico, un impacto que lanza a Curro al suelo, rodeado de fragmentos de porcelana y flores marchitas. La humillación y el dolor parecen destruirlo, pero en lugar de romperse, Curro se forja con una determinación fría y afilada como el cristal roto que tiene entre sus manos.
La confrontación con Lorenzo no es el fin, sino el comienzo de una guerra silenciosa. Curro decide que su venganza no será violenta, sino que utilizará la verdad como un arma. Con la información que posee sobre los negocios turbios de Lorenzo, está decidido a destruirlo, incluso si eso significa enfrentarse a los poderosos de la casa.
Mientras tanto, Manuel, que siempre había confiado en Leocadia, descubre una traición que lo deja paralizado. Un informe falsificado, con la firma de su peor enemigo, Pedro Farre, llega a su mesa. Pero lo que más le duele no son las cifras, sino que Leocadia, la mujer en la que más confiaba, parece estar involucrada en este complot. La traición es personal, y Manuel no está dispuesto a dejarla pasar. Sin embargo, en lugar de enfrentarse a ella de inmediato, decide jugar su propia partida. Usará la información que tiene y esperará el momento adecuado para desenmascararla por completo.
En otro rincón de La Promesa, Catalina, que siempre había sentido que su voz era ignorada, finalmente recibe el reconocimiento que tanto anhelaba de su padre, el marqués Alonso. A pesar de sus diferencias, Alonso cede y le da permiso para seguir adelante con sus reformas en la finca. Pero este permiso viene con condiciones: Catalina tendrá que trabajar con moderación y consenso. Aunque la euforia inicial de Catalina se atenaza con una sensación de prudencia, por fin siente que su relación con su padre está dando un giro hacia algo más cercano y comprensivo.
En el servicio, la llegada del nuevo mayordomo, Cristóbal, transforma el ambiente. En lugar de ser un líder respetado, Cristóbal se convierte en un tirano que gobierna a base de miedo. Cambia las rutinas, altera los horarios, y lo peor de todo, prohíbe hablar del querido Rómulo Baeza, el anterior mayordomo que había sido una figura de respeto para los criados. La desconfianza hacia él crece rápidamente, pero la lealtad hacia Rómulo no desaparece. En las sombras, una rebelión silenciosa empieza a gestarse, y los criados, aunque atemorizados, mantienen viva la memoria de su antiguo líder.
Pero el mayor drama de la jornada llega cuando María, tras semanas de desesperación por la desaparición de Samuel, recibe la noticia que había estado esperando: ¡Samuel está vivo! Pero, en lugar de sentir solo alivio, una nueva inquietud se apodera de su corazón. ¿Por qué Samuel no le ha escrito? La ausencia de noticias, la falta de contacto, se convierte en una nueva herida para María. ¿Lo ha olvidado? ¿Está todo tan cambiado como para que Samuel no haya pensado en ella durante todo este tiempo? Las preguntas que antes parecían insignificantes se transforman en un misterio que comienza a carcomer su esperanza.
Al mismo tiempo, Vera, la joven doncella que lleva su propio secreto, lucha con la angustia de su pasado. Atrapada entre el deseo de contactar con su familia y el miedo de lo que eso podría significar, se encuentra en un cruce de caminos. López, su confidente, le advierte sobre los peligros de volver a conectar con ellos, pero Vera siente que está perdiendo una parte de sí misma al mantener su silencio. Su conversación con López, cargada de emociones y temores, siembra en ella la semilla de la paciencia, pero también la necesidad de enfrentarse a su pasado en algún momento.
La noche cae sobre La Promesa, pero la oscuridad en la finca es solo un reflejo de las tormentas internas que se gestan en cada rincón de la casa. Los secretos, las traiciones, y las alianzas rotas forman una red invisible que amenaza con destruirlo todo. Y con cada paso que dan los personajes hacia su destino, la pregunta permanece: ¿Quién será capaz de cortar este nudo gordiano que los une?
El 7 de agosto es solo el comienzo. ¿Estás listo para descubrir qué pasará a continuación?