En La Promesa, los monstruos no siempre tienen garras ni rugen en la noche. A veces, adoptan la forma de una voz suave, de unas manos cuidadosas y de palabras que se deslizan como veneno entre las rendijas de la cordura. En el capítulo 607, que se emitirá el lunes 2 de junio, los espectadores serán testigos del avance implacable del plan más siniestro de Leocadia: destruir por completo la mente de Eugenia.
Leocadia ya no oculta sus verdaderas intenciones. Con la paciencia de una araña que teje su tela mortal, sigue alimentando la paranoia de Eugenia, manipulándola con palabras dulces que esconden cuchillos afilados. A su lado, Lorenzo continúa con su papel de verdugo silencioso, aumentando las dosis de sustancias alucinógenas en las infusiones nocturnas de su esposa, provocando que su percepción de la realidad se distorsione aún más.
La estrategia de Leocadia es tan brillante como cruel: sembrar la desconfianza en el corazón de Eugenia, especialmente hacia Catalina. En cada encuentro, con un susurro, con una caricia aparentemente inocente, la convence de que su sobrina quiere arrebatarle a Andrés. “Catalina te vigila… no es amor lo que hay en sus ojos, es envidia”, le dice con esa voz empalagosa que esconde intenciones tenebrosas. “Ella desea lo que tú tienes con Andrés, esa conexión única. Te quiere lejos, apagada… anulada”.
Eugenia, ya frágil y desgastada por años de sufrimiento, comienza a derrumbarse lentamente. Su mirada perdida y su temblor constante evidencian que la realidad ya no es sólida para ella. Las mentiras de Leocadia se entrelazan con sus inseguridades hasta formar una prisión mental de la que no puede escapar. Cada palabra se convierte en un ladrillo más en el muro que la separa de quienes realmente la aman.
Pero mientras en la habitación de Eugenia se respira veneno y oscuridad, en otros rincones de la casa se fragua una resistencia desesperada. Catalina y Pía, conscientes del peligro, saben que hay una única persona capaz de mantener a Eugenia en pie: Emilia. La enfermera ha sido hasta ahora el único ancla en medio de la tormenta mental que consume a Eugenia. Sin ella, la caída será definitiva.
Catalina, con la determinación de una mujer que no se resigna ante la tragedia, se niega a aceptar la partida de Emilia. “No podemos permitir que se marche ahora”, dice con voz tensa, caminando sin parar por su habitación. “Si se va, será como empujar a Eugenia al abismo”. Pía, más pragmática, le recuerda que el contrato de Emilia ha finalizado, que su familia la espera. Pero Catalina no está dispuesta a rendirse tan fácilmente. “No la encadenaremos, no… pero la convenceremos. Apelaremos a su corazón”.
Mientras tanto, Curro se consume por una urgencia propia: descubrir la verdad sobre el asesinato de Yana. Su búsqueda lo lleva a un callejón sin salida cuando descubre que el cianuro no fue comprado en Luján, lo que disuelve las pistas como polvo en el viento. La frustración lo ahoga, pero en su desespero encuentra un inesperado consuelo en Ángela, quien se convierte en su refugio emocional. En medio del caos, ella es su tabla de salvación.
Por otro lado, la situación entre María Fernández y Samuel también alcanza un punto crítico. La joven, profundamente herida por la excomunión del hombre que ama, lo defiende públicamente con furia, señalando a Petra como la traidora. Su valentía y amor incondicional se convierten en un estandarte de resistencia, aunque sus acciones podrían tener consecuencias imprevisibles.
Y mientras en las sombras se gestan alianzas y se rompen vínculos, Martina comienza a observar con creciente inquietud la cercanía de Jacobo con Lisandro de Carvajal. Ese hombre, cuya presencia impone y perturba, parece haber atrapado a su prometido en una red de secretos. ¿Qué oculta Jacobo? ¿Qué pacto no confesado puede arrastrar a la familia Luján hacia una tragedia mayor?
La atmósfera en La Promesa se vuelve cada vez más densa, más turbia. La casa entera parece respirar un aire envenenado. Leocadia, convertida en símbolo del mal disfrazado de compasión, sigue ejecutando su plan con precisión. Eugenia, su víctima, ya no distingue entre realidad y alucinación. Su mente, convertida en campo de batalla, comienza a volverse contra aquellos que más la aman. Catalina, Pía, incluso Emilia, pronto podrían ser vistas como enemigas a eliminar.
¿Podrá alguien rescatar a Eugenia antes de que sea demasiado tarde? ¿O ya es irreversible el daño provocado por el veneno de Leocadia y la droga de Lorenzo?
El capítulo 607 será, sin duda, una bajada vertiginosa al abismo de la manipulación, donde nada es lo que parece, y cada palabra amable puede ser una sentencia de muerte emocional. En La Promesa, el infierno no se anuncia con llamas… sino con silencio, susurros y miradas envenenadas. Preparaos, porque la locura está a punto de estallar.