El capítulo 605 de La Promesa, que se emitirá el jueves 29 de mayo, nos sumerge en un torbellino de decisiones irrevocables, tensiones insostenibles y alianzas peligrosas que podrían cambiar para siempre el destino de la familia Luján. En el corazón de esta tormenta se encuentra Alonso, el marqués, quien, tras una noche de reflexiones sombrías y enfrentamientos agotadores, toma una decisión que sacudirá los cimientos del palacio: imponer a Lisandro Cifuentes, el conde de Ayala, como padrino de los hijos de Catalina y Adriano.

Desde el primer minuto, el episodio respira tensión. El enfrentamiento entre Adriano y Lisandro, lleno de desdén, provocaciones y humillaciones, no solo ha dejado una grieta profunda en la convivencia familiar, sino que ha servido como catalizador para que Leocadia —la gran manipuladora en la sombra— ejecute una jugada maestra: proponer que el conde sea el padrino de los gemelos, Rafaela y Andrés. Lo que parece un gesto simbólico es en realidad una cadena de oro con la que Leocadia pretende atar al duque a los intereses de los Luján… y tener así a Catalina bajo control.

Alonso, atrapado entre el deber, el legado y el peso del apellido Luján, se ve obligado a actuar como un estratega más que como un padre. Su oficina, habitualmente un espacio de orden, se convierte en su celda personal mientras recuerda la mirada severa del retrato de su abuelo, que le parece decir: “El honor de la familia está por encima de la felicidad personal”. Y bajo esa premisa, el marqués toma la dolorosa decisión: aceptar la propuesta de Leocadia y otorgar a Lisandro el papel de padrino.

Cuando Catalina y Adriano son llamados al despacho, la escena se tiñe de dramatismo. Ella, altiva y desafiante, y él, contenido y firme, exponen con vehemencia las ofensas de Lisandro. Pero Alonso no les deja margen. Su voz, cortante como un filo, impone la voluntad de un hombre que ya ha decidido sacrificar lo más preciado por mantener el equilibrio. La decisión está tomada. Lisandro será el padrino. Y ni las súplicas ni las lágrimas de Catalina, ni la apelación razonada de Adriano, lograrán hacerle cambiar de opinión.

La reacción de Catalina es desgarradora. Con la voz rota y la mirada incendiada por la furia, lanza un grito del alma: “Padre, no puedes hacernos esto. Es una monstruosidad. ¡Ese hombre no tocará a mis hijos!” Las lágrimas brotan, no como signo de debilidad, sino como resultado de la impotencia más absoluta. Adriano, temeroso de que su esposa se desplome, la sujeta mientras intenta mediar con Alonso. Pero el marqués no escucha. No puede permitirse flaquezas. Para él, esto no se trata de sentimientos, sino de alta política familiar. Y en ese juego, Lisandro es una pieza clave.

Alonso justifica su decisión alegando que la fortuna y las influencias del conde son demasiado valiosas. Leocadia lo quiere de su lado, y hacerle padrino es la única forma de mantenerlo cerca… y controlado. Aunque Catalina y Adriano insisten en que esto equivale a dejar entrar al lobo en el rebaño, Alonso no se inmuta. Él ve en esta alianza forzada la única manera de evitar una catástrofe mayor.

Mientras tanto, otras tramas se entrelazan en las sombras del palacio. Manuel, con astucia inesperada, idea una estrategia para desenmascarar a Toño y poner fin a sus mentiras. Por su parte, Curro y Lope descubren que las esmeraldas de Job, en las que habían depositado tantas esperanzas, no son más que imitaciones baratas. El desencanto los sumerge una vez más en la oscuridad.

Leocadia, imparable en su misión de control y destrucción, continúa manipulando a Eugenia, cuya fragilidad mental crece día a día. Un inocente paseo se convierte en una trampa más en su descenso hacia la perdición. Petra, con una actitud cada vez más extraña y desconcertante, siembra desconfianza entre quienes la conocen desde siempre.

Pero no todo es oscuridad. En un rincón oculto del palacio, Rómulo y Emilia inician una lenta y dolorosa reconciliación, intentando cerrar viejas heridas. Sin embargo, el amor entre Catalina y Adriano enfrenta su prueba más dura: aceptar la imposición de Alonso o rebelarse contra el patriarca y las consecuencias imprevisibles que esa decisión podría desencadenar.

¿Podrán Catalina y Adriano proteger a sus hijos sin claudicar ante los juegos de poder? ¿Logrará Leocadia su propósito de someter a todos bajo su voluntad? ¿Y Alonso… hasta dónde está dispuesto a llegar por salvaguardar el nombre Luján?

El capítulo 605 no es solo un episodio más, es un terremoto emocional, un punto de inflexión donde el amor, el honor y la estrategia colisionan en una lucha sin cuartel. La Promesa se adentra en terrenos cada vez más sombríos, donde cada decisión tiene un precio… y cada sacrificio deja una cicatriz imborrable.

El jueves 29 de mayo, La Promesa se juega su futuro. Nada volverá a ser igual.