«¿Por qué siempre que creemos encontrar la paz… llega alguien a robárnosla sin piedad?»
Con esta pregunta silenciosa en el aire arranca una semana crucial en La Promesa, donde cada decisión sacude los cimientos del palacio, y donde el corazón y la lealtad chocan de forma brutal.

El capítulo 631 comienza con una escena íntima pero profundamente simbólica: el servicio desayuna en un ambiente inusualmente silencioso. La marcha de Rómulo no es solo una baja funcional, es la pérdida de una figura paterna, de una brújula moral. Ricardo, conmovido por el apoyo de sus compañeros, recibe una chaqueta de mayordomo hecha a medida. Su rostro, por un instante, brilla con ilusión. Esa chaqueta simboliza no solo una nueva responsabilidad, sino un nuevo capítulo. Pero en La Promesa, los capítulos felices rara vez duran.

Cuando Leocadia entra horas después acompañada de un hombre desconocido, el tiempo se detiene. Cristóbal Ballesteros, de mirada helada y porte imponente, es presentado como el nuevo mayordomo jefe. En ese momento, la chaqueta cuidadosamente colgada en el cuarto de Ricardo se convierte en la tumba de su sueño. La humillación es silenciosa pero devastadora. Y con la llegada de Ballesteros, no solo se impone una nueva jerarquía, sino una nueva era de control y vigilancia que caerá especialmente sobre Petra.

En un rincón del jardín, lejos del bullicio, otra historia se cocina a fuego lento. Curro, impulsado por el amor y el dolor, le declara a Ángela todo lo que su corazón lleva meses callando. Ella, entre el miedo y la esperanza, intenta resistirse. Pero las palabras de Curro —tan sinceras, tan rotas por la emoción— logran traspasar las defensas que su madre, Leocadia, ha construido en su interior. El beso que comparten no es solo el inicio de un romance: es una declaración de guerra contra los prejuicios, el miedo y los viejos poderes.

Mientras tanto, en el hangar, Manuel sigue devastado por el recuerdo de Jana, cuya ausencia pesa más que nunca. Pero el trabajo le devuelve el foco, especialmente cuando descubre unas mejoras técnicas en sus motores que lo dejan boquiabierto. Toño intenta apropiarse del mérito, pero pronto su nerviosismo lo traiciona. Al verse acorralado, revela que las ideas no son suyas, sino de su prima: Enora.

Cuando Manuel la conoce, ve más allá de su timidez: ve a una mente brillante, a una joven apasionada por la aviación que ha vivido toda su vida a la sombra del anonimato. La contrata sin dudarlo. Para Enora, es el comienzo de algo más grande que un trabajo: es el reconocimiento que nadie le dio antes. Pero no todos la recibirán con los brazos abiertos…

En la biblioteca, otro terremoto sacude a los protagonistas. Curro encuentra un artículo en el periódico sobre la quiebra de las joyerías Llop. El nombre que encontraron en la cuna del bebé de Pía ya no parece un dato suelto. Todo apunta a que no se trató de un secuestro por dinero, sino de una advertencia. ¿Están involucradas redes criminales? ¿Alguien dentro del palacio podría tener nexos con ese fraude?

Y como si fuera poco, el regreso de Santos, el hijo problemático de Ricardo, resucita viejas heridas. Con Ballesteros imponiendo orden y Santos trayendo caos, el equilibrio de poder en La Promesa se quiebra aún más.

En los terrenos de la finca, Catalina libra su propia batalla. Enfrenta al barón de Soto Mayor y a su prima Martina, defendiendo con firmeza una visión de justicia social y sostenibilidad. Pero la oposición crece. Incluso Adriano, su prometido, comienza a dudar si está en el bando correcto.

La semana en La Promesa no es una simple sucesión de eventos. Es una cadena de terremotos emocionales donde cada personaje se ve obligado a definirse. ¿Quién será leal? ¿Quién traicionará? ¿Y qué precio pagarán los que se atrevan a amar en medio de la tormenta?

¿Es el amor suficiente para desafiar al poder? ¿O acabará siendo otra víctima más de las reglas impuestas por La Promesa?