En el episodio titulado “La Promesa: Ángela descubre la joya de la traición”, los cimientos del palacio se tambalean cuando uno de los secretos mejor guardados sale a la luz, y nada volverá a ser como antes. La historia gira en torno a una revelación impactante que pone a prueba la lealtad, el amor y la verdad entre los protagonistas.
En los rincones sombríos de La Promesa, el aire se ha vuelto irrespirable. Curro y Lo, envueltos en una tensa conversación nocturna en el invernadero, tienen en sus manos una verdad que podría dinamitar la estabilidad del palacio y derrumbar la imagen de una de sus figuras más imponentes: Leocadia. Ambos han llegado a la conclusión de que ella es la mente maestra detrás del atentado que casi le cuesta la vida a Yana. No fue un accidente, como todos pensaban. Las pistas —el acceso a los medicamentos, el control del servicio, la influencia sobre el médico— apuntan con claridad hacia la madre de Ángela.
Curro, atrapado entre la verdad y la protección de la mujer que ama, está decidido a no revelárselo todavía a Ángela. Aunque confía plenamente en ella, teme que, por lealtad familiar o simplemente por un impulso emocional, pueda cometer un error que arruine toda la investigación. Lo, sorprendido al principio por la decisión de su amigo, termina por comprender que están ante una situación demasiado delicada.
Pero el destino no tarda en intervenir. Petra, una figura ambigua en la historia del palacio, aparece repentinamente. Su actitud ha cambiado. Ya no es la mujer fría e impenetrable que solía ser; hay en su mirada una mezcla de cansancio, arrepentimiento y determinación. Cuando descubre que los hombres están ocultando algo importante, Curro intenta desviar la atención, pero Lo —confiando en que Petra puede ser más aliada que amenaza— da un paso hacia adelante.
Petra, mostrando una faceta poco habitual, se abre. Reconoce su pasado dudoso, pero también revela que sabe que algo grave se está gestando en La Promesa. Ante su insistencia, Lo decide confiarle una parte del misterio: están investigando el verdadero responsable del atentado contra Yana. El nombre causa un silencio profundo, cargado de peso emocional. Petra, lejos de huir o enfadarse, muestra comprensión y ofrece su ayuda, pero con una condición: cuando todo termine, quiere que la dejen ir sin represalias.
Curro duda, pero Lo ve en Petra la oportunidad de avanzar más rápidamente hacia la verdad. Finalmente, Curro accede a regañadientes: si Petra los ayuda sinceramente, harán lo posible para que pueda irse en paz. Petra acepta el trato y les promete conseguir información sobre quiénes en el servicio están del lado de Leocadia. Con paso firme, se marcha del invernadero, dejando a los hombres entre la esperanza y la desconfianza.
La gran revelación llega poco después, cuando Ángela, en su afán por conocer más sobre su madre y su entorno, tropieza con un antiguo relicario escondido en una caja olvidada. La joya, adornada con una inscripción diminuta, lleva consigo un mensaje que despierta ecos del pasado. En ese momento, la conexión con la traición se vuelve irrefutable: la pieza pertenecía a Leocadia y está relacionada directamente con la noche del atentado.
Con el corazón desbordado por el dolor, la confusión y la rabia, Ángela busca respuestas. A medida que hila los fragmentos de verdad proporcionados por Curro, Petra y los criados, el retrato de su madre se desmorona. Aquella mujer que la crió con firmeza y aparente cariño no solo fue capaz de atentar contra una inocente, sino que lo hizo en nombre de un poder corrupto y de una ambición desmedida.
La tensión estalla en un enfrentamiento público. Reunidos en el gran salón del servicio, Ángela, Curro, Lo y Petra deciden poner fin a la manipulación. Con todos los criados presentes, y ante la mirada desconcertada de Leocadia, se revelan las pruebas, los testimonios y, sobre todo, la joya. El rostro de Leocadia palidece. Su máscara de autoridad y control se resquebraja. Niega, por supuesto, pero sus palabras ya no tienen el peso de antes. Demasiados ojos han visto la verdad.
La escena es devastadora para Ángela. A pesar de todo, sigue siendo su madre. Pero el daño causado es irreparable. Con lágrimas en los ojos, y la voz quebrada, enfrenta a Leocadia con una dignidad admirable: “Nunca pensé que sería tu hija quien tendría que juzgarte, pero aquí estoy, entre la verdad y la vergüenza”.
Leocadia es apartada del palacio, escoltada por dos guardias y sin el respeto que tanto cultivó. Su caída no es silenciosa, sino pública, ruidosa y definitiva. La Promesa se estremece. Las jerarquías se redefinen. Los leales respiran con alivio. Los culpables son desenmascarados. Y Ángela, aunque herida, emerge más fuerte, más consciente de la oscuridad que puede esconderse incluso en los lazos de sangre.
Al final del episodio, Curro y Lo observan desde un balcón cómo Petra cruza los jardines en dirección a la salida del palacio. Ha cumplido su parte del trato y, fiel a su promesa, Ángela le ha otorgado la libertad que tanto ansiaba. Lo le pregunta a Curro si cree que Petra merecía realmente esa redención. Curro, pensativo, responde: “Todos merecen una segunda oportunidad, si tienen el valor de enfrentarse a sí mismos”.
Con la traición al descubierto y la verdad liberada, La Promesa ha cambiado para siempre. El eco de las mentiras resuena todavía en sus muros, pero la luz ha comenzado a filtrarse entre las sombras. Ángela, ahora libre del peso de una madre manipuladora, se enfrenta a un nuevo futuro. Uno incierto, pero finalmente suyo.
