La semana del 2 al 6 de junio en La Promesa viene cargada de emociones devastadoras, decisiones difíciles y oscuros planes que amenazan con cambiar para siempre la vida de todos los habitantes del palacio. En estos cinco episodios —del 607 al 611— la serie se sumerge en una espiral de dolor, traiciones, amores truncados y revelaciones que dejan sin aliento. Todo está a punto de estallar, y ningún personaje saldrá ileso de lo que está por venir.
El capítulo 607 marca un nuevo horario de emisión, pero también el inicio de una cadena de tragedias. Eugenia, cada vez más vulnerable, se ve acechada por extrañas pesadillas que la sumen en un estado de confusión y miedo. Sin saberlo, está siendo lentamente envenenada por su propio esposo, Lorenzo. Bajo una fachada de resignación, él ha decidido acelerar su deterioro mental gota a gota, usándola como un obstáculo a eliminar con frialdad y cálculo. La relación entre ellos se ha reducido a la sombra de lo que fue, y la cama que comparten se ha transformado en símbolo de su completa desconexión emocional. Mientras ella duerme confiada, él maquina su caída definitiva.
Pero Lorenzo no es el único que juega con fuego. Leocadia sigue desplegando su red de manipulación, aprovechándose de la fragilidad emocional de Eugenia para sembrar la duda y el resentimiento. Con palabras dulces y falsas promesas, le insinúa que la distancia de Catalina con sus hijos se debe a una envidia contenida, y que su creciente cercanía con Andrés es el verdadero motivo de tanta tensión. Tal es la confusión emocional que Eugenia comienza a confundir al joven con su propio hijo Curro.
Mientras tanto, Curro vive sus propias tinieblas. Devastado, roto por dentro, llora sin cesar. Pero no es el llanto de un niño ni de un hombre que sufre una pérdida común. Es el grito desgarrador de alguien que ha descubierto una verdad insoportable: Jana ha sido asesinada, y él, aunque no fue el ejecutor directo, se siente culpable por haber guardado silencio, por no haber visto lo evidente, por no haber actuado cuando aún era posible. Su alma se rompe, y en medio del dolor solo encuentra una mano tendida: la de Ángela. La joven hija de Leocadia se convierte en su único refugio. Ella no lo juzga ni lo interroga. Solo lo abraza, le ofrece calma y le recuerda que incluso en la oscuridad más profunda, aún puede haber una salida. Ese encuentro, cargado de ternura y comprensión, marca un posible inicio de redención para Curro. Por primera vez, ve una chispa de esperanza.
Pero la tensión no se detiene ahí. Emilia ha decidido marcharse. Tras una conversación amarga con Rómulo, le comunica su decisión de dejar el servicio en el palacio. Su tono es firme, pero la tristeza se percibe claramente. Catalina y Pía, al conocer la noticia, no pueden quedarse de brazos cruzados. Ambas son conscientes de que Emilia no solo es una pieza fundamental en la casa, sino también la persona que ha conquistado el corazón de Rómulo. Juntas elaboran un plan para retrasar su partida, dándole una última oportunidad para enfrentar sus sentimientos y salvar la historia de amor que tanto les ha costado construir.
La relación entre Adriano y Catalina también se pone a prueba, pues se ven obligados a aceptar a Lisandro como padrino de sus hijos. Lo hacen con la esperanza de que, tras el bautizo, desaparezca de sus vidas. Pero Lisandro no está dispuesto a ceder terreno tan fácilmente, y su presencia se vuelve cada vez más intrusiva.
Martina, por su parte, no soporta más la cercanía del duque. Su sola presencia la perturba, pero lo que más la hiere es la actitud de Jacobo, su prometido, quien no solo evita confrontar a Lisandro, sino que en ocasiones parece admirarlo. Esta postura ambigua de Jacobo abre una herida en su relación con Martina, que ya no confía en él como antes. La falta de firmeza, la desconexión emocional y las diferencias irreconciliables amenazan con destruir lo que habían empezado a construir juntos.
Mientras todo esto sucede, María Fernández vive su propio calvario. Samuel, el párroco, se ha mostrado completamente ausente, evitando hablar sobre la carta del obispado y la amenaza de ser excomulgada. Aunque él intenta calmarla, asegurando que no se trata de una expulsión definitiva, la inquietud de María no desaparece. Se siente sola, expuesta, y su fe comienza a tambalearse.
En medio de este torbellino de emociones, la figura de Eugenia vuelve a centrar la atención. Cada noche, su mente se pierde un poco más. Las visiones, las pesadillas, la paranoia inducida por el veneno que Lorenzo administra cuidadosamente, la llevan al borde de la locura. Nadie sospecha de la mano que mece la cuna, del esposo que con cada gesto parece cuidar, pero que en realidad está asesinando lentamente.
Y mientras los bebés lloran por necesidades básicas, Curro llora por una herida invisible, por una culpa insoportable. La Promesa se sumerge en su semana más oscura, donde cada personaje es arrastrado por una corriente emocional que amenaza con destruirlos o transformarlos para siempre.
¿Logrará Curro redimirse del pasado? ¿Será Emilia capaz de quedarse y luchar por su amor con Rómulo? ¿Se consumará el maquiavélico plan de Lorenzo? ¿Podrá Martina liberarse del yugo emocional de Lisandro y del silencio de Jacobo? ¿O será la tragedia inevitable?
Lo que está claro es que La Promesa ha entrado en una fase sin retorno. Un punto de inflexión donde las emociones no solo se viven… se desgarran. Y nadie, absolutamente nadie, saldrá ileso de lo que está por llegar.