“En 1844 nació Juan Izquerdo, el varón de linaja, con raíces humildes en Andalucía, y, sin saberlo, dio inicio al entramado familiar que definiría el destino de Cruz, Eugenia y Dieguito.”
Desde ese instante casi legendario, todo cobró sentido: Juan emigró a Cuba, forjó su fortuna y eventualmente compró el título nobiliario que elevaría a su descendencia. El nacimiento de personajes como Rómulo Baeza en 1850, Simona y Candela en 1855, o Gregorio y Mateo Castillo en 1856‑58, plantea ya el primer crisol de fuerzas que chocan, alianzas que se forman y traiciones que duelen profundamente.
Cuando conocemos a Alonso de Luján y su hermana Dolores, nacidos hacia 1859‑61, comenzamos a vislumbrar la aristocracia decadente que soportará episodios de tragedia y poder. La revolución española de 1868 y los sucesos que dejaban secuelas en personajes como Mateo, Gregorio y Rómulo, no solo marcaron un año, también sellaron destinos que arrastrarían generaciones.
En 1871 nacen en Cuba Cruz y Petra, tan unidas por la infancia como por los dramas que les esperaban. La abolición de la esclavitud en 1886 obliga a los Izquerdo a huir a Cádiz en 1887, junto a Rómulo y Leocadia, quien más tarde da a luz a Ángela. Ese movimiento marca el tránsito de servidumbre a nobleza, con Cruz ascendiendo para convertirse en marquesa de Luján, esposa de Alonso, tras la muerte de su primera esposa Carmen en 1889. Ese mismo año nace Jimena de los Infantes, y en 1890 Manuel Izquerdo entra en escena como fruto del matrimonio entre Cruz y Alonso.
Las décadas siguientes se tejen con secretos: la relación prohibida entre Alonso y Dolores, el nacimiento de Marcos en 1898, y la huida de Leocadia tras encarnar a heroína silenciosa. Cruz enseña a defenderse a Petra, la cual mantiene una pasión clandestina con Ignacio; Eugenia cae en desgracia mental manipulada por su esposo. Hann (antes Mariana), hija de Dolores, vive años de servicio hasta llevar las tensiones a su punto álgido en 1913 con la boda de Jimena y Tomás.
A cada etapa de la cronología se revela una faceta de poder, culpa, redención y traición. Lo que comienza en una Andalucía modesta termina con Cruz como matriarca dominante, Romulo y Petra al límite de su lealtad, y una descendencia que revive los fantasmas del pasado. Las heridas de la esclavitud, los triunfos sociales y la venganza personal se entrelazan en una red tan antigua como el linaje de la Promesa misma.
Con cada año que avanza – desde 1844 hasta 1916 – se siente cómo los personajes emergen de sus sombras, impulsados por secretos familiares, amores prohibidos y tragedias personales. La memoria colectiva de ese palacio no es sólo saberes: es fantasmas que flotan, decisiones que resonarán en cada salón, caras que se encuentran y divergen, y decisiones que cambian todo.
Al final, entendemos que el verdadero peso del presente se sostiene sobre un pasado construido con dolor, pasión y sacrificio.
¿Y tú, crees que esos secretos del pasado justifican los actos del presente?