“¿Hasta qué punto vale la pena luchar por lo que es correcto cuando el precio a pagar es la vida de los que amas?”
Una promesa de justicia se convierte en una pesadilla, y en esta historia, los ideales de Adriano y Catalina se enfrentan a la furia de un sistema corrompido que no perdona. Al principio, Adriano llegó a “La Promesa” con la idea de que el poder y los títulos no eran lo suyo. Sin embargo, una conversación con Rómulo Baeza, el astuto mayordomo, hizo que viera el conde no solo como un título hereditario, sino como una oportunidad para cambiar las cosas. Así, con la firme convicción de que su primer paso debía ser justo y valiente, Adriano y Catalina decidieron aumentar el salario de los labriegos y jornaleros de la finca, con la esperanza de mejorar sus vidas.

En cualquier otro contexto, esta sería una decisión celebrada por todos. Pero no en la nobleza del valle de los Pedroches, donde algunos, como el varón de Valladares, prefieren mantener a la gente en sumisión. Este varón, un hombre que huele a privilegio anticuado y está dispuesto a todo para no perder ni un centavo, no dudó en mostrar su desprecio hacia Catalina y Adriano. Primero, despreció a Catalina solo por ser mujer y, luego, rechazó cualquier acuerdo con Adriano. Su actitud no terminó ahí. Esta guerra silenciosa que comenzó con una simple subida salarial afectó a todos a su alrededor.

Martina y su prometido, San Jacobo, intentaron intervenir para mediar, pero el varón los despreció también, llamando a San Jacobo un “sosainas”. La presión comenzó a subir, y el varón no tardó en aplicar sus venganzas. Su método es el más cruel: no grita ni pega, pero amenaza de la manera más insidiosa posible. La pequeña Rafaela, hija de Catalina y Adriano, se convirtió en la víctima colateral de esta guerra de poder.

El varón de Valladares, con su influencia, ordenó a los médicos de la comarca que no atendieran a la niña, y poco a poco, los doctores fueron rechazando las peticiones de la familia Luján. No es que los médicos no quisieran ayudar, sino que temían las repercusiones de enfrentarse al varón. Aun más aterrador es el recuerdo del doctor Gamarra, el médico de la familia, quien, tras un sospechoso accidente de tráfico, dejó de ser una opción. El miedo se ha instalado en “La Promesa”, y Catalina y Adriano se encuentran atrapados entre su justicia y la vida de su hija.

Pero hay quienes no están ciegos ante esta injusticia. Doña Leocadia, la mujer que siempre percibe lo oscuro, ha comenzado a atar cabos. Aunque no tenga pruebas suficientes, todo parece apuntar hacia el varón de Valladares como el cerebro detrás de la presión sobre los médicos. Y mientras tanto, Catalina y Adriano viven las horas más angustiosas de su vida, viendo a su hija empeorar y enfrentándose a la realidad de que sus esfuerzos por hacer el bien podrían haber puesto en peligro lo que más aman.

El varón, quien ya ha demostrado su brutalidad en el pasado, no va a detenerse hasta ver a los Luján derrotados. Y lo peor es que, en su venganza, no escatima medios. Chantaje, manipulación, y ahora el ataque a una niña inocente. Esto no es solo un ajuste de cuentas, es una declaración de guerra, y el varón de Valladares no descansará hasta ver caer a los Luján.

¿Qué pasará ahora? Catalina y Adriano siguen preguntándose si hicieron bien en luchar por lo que creían justo. ¿Valió la pena arriesgar tanto? Lo que está en juego ahora es mucho más que el honor de una familia: es la vida de su hija. Pero no todo está perdido. Un milagro podría estar a la vuelta de la esquina, y esta vez, vendrá de la mano de la cocinera Simona, quien hará todo lo posible por salvar a Rafaela. Lo que sucederá a continuación será crucial.

Y mientras tanto, la guerra de poder entre los nobles sigue avanzando, y el destino de los Luján parece incierto.