En el próximo episodio de Sueños de Libertad, el juego de poder se filtra peligrosamente en la intimidad. Lo que empieza como una conversación política entre Pelayo y don Pedro, termina con una proposición que deja a Marta destrozada: ¿tener un hijo para limpiar su imagen pública?
Todo comienza en la casa de los De la Reina, cuando don Pedro, astuto como siempre, se presenta ante Pelayo con una aparente muestra de apoyo. Le ofrece su “bendición” para ser gobernador civil de Toledo, junto con sus valiosos contactos en el Ministerio. Pero detrás de esas sonrisas y felicitaciones se oculta una advertencia: “En política nunca hay nada hecho. Si no te blindas, caerás.”
Pelayo, aunque cauteloso, entiende el mensaje entre líneas. Don Pedro sabe demasiado. Tal vez incluso sabe todo. Desde su pasado, sus secretos… hasta su verdadero interés por Cobeaga. Y en política, los secretos son armas.
Inquieto, Pelayo corre a contarle a Marta la conversación. Ella, siempre un paso más despierta, entiende de inmediato: Don Pedro lo está presionando, está manipulando la partida. Pelayo lo confirma: el empresario dejó caer que su falta de descendencia podría jugar en su contra.
Y entonces, con voz temblorosa, Pelayo lo sugiere. No como un deseo sincero… sino como una estrategia política: “Quizá podríamos considerar tener un hijo.” Marta, completamente descolocada, siente cómo su mundo se resquebraja.
Para Marta, esta propuesta no es solo fría y oportunista. Es una herida. Un recordatorio de que su matrimonio, ya construido sobre una alianza de conveniencia, se está convirtiendo en una farsa aún más profunda. Y ahora, ¿deberían traer un hijo al mundo solo para evitar habladurías?
“¿Te estás planteando tener hijos… como protección política?”, le pregunta, helada. Pelayo intenta suavizar la idea: “No solo por eso, también creo que traería alegría a esta casa.” Pero ya es demasiado tarde. Marta ve en los ojos de su marido algo que no puede perdonar: el cálculo frío, el uso de lo más sagrado —la maternidad— como escudo electoral.
El silencio entre ellos se vuelve insoportable. Y mientras Pelayo se queda en la habitación esperando una respuesta, Marta solo puede alejarse. Cada paso que da es una separación más profunda de ese proyecto común que alguna vez fingieron construir.
Pero la verdadera pregunta flota en el aire, sin respuesta:
¿Será capaz Marta de perdonar esta propuesta? ¿O este será el principio del fin para su matrimonio?
Y aún más inquietante:
¿Usará Don Pedro este conocimiento como moneda de cambio para manipular a Pelayo cuando más le convenga?