El ambiente en el palacio de La Promesa está más cargado que nunca. La tensión entre Curro y el duque de Carvajal y Cifuentes ha alcanzado un punto de no retorno, y todo parece indicar que el desenlace de este conflicto está cada vez más cerca. Las últimas escenas entre ambos personajes han sido un auténtico torbellino de emociones, reproches y verdades hirientes que podrían cambiarlo todo.
La conversación más reciente entre ellos ha sido brutal. Curro, desgarrado por el dolor y la rabia, exige explicaciones sobre lo que han hecho con su madre. El duque, con la frialdad que lo caracteriza, le lanza una respuesta que hiela la sangre: “¿Qué otra cosa se puede hacer con un cadáver? Había que enterrarla cuanto antes.” Y lo dice sin remordimiento, justificándose en que aquella mujer estaba desequilibrada, recordándole que se lanzó desde la torre tras disparar a Adriano.
Pero Curro no está dispuesto a tolerar más humillaciones. La memoria de su madre es sagrada para él, y no permite que nadie la mancille, mucho menos este aristócrata que se cree por encima de todos. Sin embargo, el duque no se detiene. Se atreve a alzar la voz, lo insulta, y lo menosprecia diciéndole que no es nadie. “Yo soy el duque de Carvajal y Cifuentes”, le espeta con arrogancia. Pero lo que no sabe es que sus títulos no impresionan a nadie. Porque, como bien se dice en La Promesa, la nobleza no se mide por el linaje, sino por los actos. Y este duque, con sus desplantes, está demostrando que tiene poco de noble.
Y como si no bastara con los insultos, el duque lanza la puñalada más cruel: le recuerda a Curro que su verdadera madre no fue la mujer que murió, sino una simple fregona. Una sirvienta. Una forma vil de humillar a Curro, de hacerlo sentir inferior, de manchar su identidad. Pero lo que ignora es que esa “fregona” fue, según palabras del mismísimo marqués Alonso, el gran amor de su vida. La mujer más importante que jamás conoció. Y aún así, Alonso guarda silencio. Calla mientras su hijo es vilipendiado, sin fuerza, sin coraje para plantarle cara a Lisandro. ¿Dónde quedó ese padre protector? ¿Por qué deja que otro humille a su propio hijo?
En este punto, Curro se encuentra solo. Solo ante un monstruo de arrogancia, clasismo y crueldad. Y su único consuelo parece llegar de la mano de Lope. El cocinero, siempre sabio y leal, le recuerda que hay cosas que no se pueden cambiar. Que el poder del duque es grande, y que luchar contra él es inútil. Pero ahí, justo en ese instante, Curro deja entrever algo que cambia por completo el panorama. Con mirada firme y voz decidida responde: “¿O sí?”
Sí. Curro está tramando algo. El joven no se quedará de brazos cruzados. Ya ha aguantado demasiado. Ya ha visto cómo insultan a su madre, cómo su padre lo abandona moralmente, cómo lo reducen a la nada. Pero se acabó. Tiene un plan. Algo se está gestando en su interior. Y aunque aún no sabemos exactamente qué es, hay señales claras de que se está preparando para dar un golpe definitivo.
¿Será con la ayuda de Lope? ¿O quizás con el apoyo incondicional de Ángela? Ambos podrían ser piezas clave en esta rebelión silenciosa que se está cocinando en los pasillos de La Promesa. Y mientras tanto, el duque, completamente ajeno al huracán que se aproxima, continúa con su actitud despótica, creyéndose invencible. Pero como bien sabemos en esta historia, los tiranos nunca duran para siempre.
Lo más interesante es que Lisandro no permanecerá en el palacio por mucho tiempo. Su estancia tiene fecha de caducidad, aunque por ahora continúa siendo el epicentro de los conflictos. Su presencia es la chispa que incendia todo. Pero los días del duque están contados. Y aunque aún quedan capítulos en los que veremos cómo sigue sembrando el caos, también se acercan momentos decisivos que podrían cambiar el destino de todos.
El actor que interpreta al duque, por cierto, merece una mención especial. Su actuación está siendo magistral. Con una mezcla perfecta de arrogancia, desdén y prepotencia, ha conseguido que el público lo deteste como villano, cumpliendo a la perfección con su rol. Su rostro, sus gestos, su tono de voz… todo transmite odio, superioridad, y eso le da aún más fuerza a las escenas que comparte con Curro.
Y si creías que lo habías visto todo… prepárate. Porque el lunes se emitirá una escena clave entre Curro y Lope, en la que el primero deja claro que no piensa quedarse quieto. Su determinación se refleja en sus palabras, en su mirada, en su actitud. El joven está listo para actuar. Y eso, en una serie como La Promesa, solo puede significar una cosa: el principio del fin para el duque.
En resumen, nos espera una semana cargada de emociones. Lisandro seguirá con sus provocaciones, pero la resistencia está tomando forma. Curro ya no es el muchacho frágil de antes. Ha sufrido, ha aprendido, y ahora está dispuesto a todo para defender su verdad. ¿Conseguirá vencer al duque? ¿Pagará Lisandro por sus crueldades? ¿Veremos por fin justicia en La Promesa?
Todo esto y más lo sabremos muy pronto. Así que no te pierdas ni un solo episodio, porque las próximas entregas prometen ser inolvidables. Y recuerda, donde hay opresión… también hay rebelión. Y esta vez, la justicia podría estar más cerca de lo que imaginamos.