La intrincada red de corrupción que se esconde tras la fachada de la joyería “El Job” ha sido finalmente desenmascarada… y el nombre que aparece como cabecilla de todo este oscuro engranaje no es otro que el Duque de Carril, padre de Vera. Un nombre que ha sonado muchas veces en los pasillos de La Promesa, siempre acompañado de rumores turbios, pero que ahora emerge como el auténtico cerebro tras una red de espionaje, chantaje, venenos… y asesinatos por encargo.
La fachada es impecable: una joyería de lujo con citas previamente concertadas, un trato exclusivo y discreción garantizada. Pero en las entrañas del negocio, lo que se cuece es una operación delictiva orquestada hasta el último detalle. ¿La clave? Un agujero en la pared, oculto tras un cuadro, desde donde se observa cada reunión sospechosa entre Esmeralda, la encargada del establecimiento, y los “clientes especiales”. Lo que parece un simple trámite comercial, en realidad es el inicio de encargos letales que van desde palizas hasta muertes silenciosas.
Quien apunta los nombres reales de los clientes que solicitan “trabajitos” es Jacinto Iglesias, un nombre que resuena con fuerza no solo por sus acciones sino por su parentesco con el propio duque de Carril. Vera lo confirma: lo conoce y lo lamenta. ¿Tío, primo, hermano? No se sabe con exactitud, pero sí que es un hombre de total confianza y el ejecutor de la parte más sucia del negocio. Jacinto registra en un cuaderno de tapas doradas cada nombre, cada encargo, cada secreto que luego el duque usará para chantajear a sus propios clientes. Así es como obtiene beneficios dobles: primero cobra por el encargo, y luego extorsiona a los clientes con lo que sabe.
Esta joyería, lejos de ser solo una pantalla de lujo, es el epicentro de una red mafiosa de alta sociedad, donde nobles y empresarios acuden a resolver sus problemas “a la antigua”. La marquesa Cruz, por ejemplo, era clienta habitual del lugar. ¿Solo compraba joyas? Lo dudamos. La cicuta que envenenó a la varonesa de Grazalema bien podría haber salido de uno de estos “encargos especiales”.
La historia se complica aún más cuando descubrimos que el duque de Carril ha usado sus recursos delictivos para tratar de embaucar al mismísimo marqués de Luján en un negocio de automóviles. Por suerte, Alonso se salvó a tiempo, pero ahora sabemos que detrás de esa propuesta había mucho más que una simple inversión. Era otra trampa del duque para conseguir capital y poder.
Y es que todo este escándalo, que comienza con Curro investigando discretamente la joyería junto a Trini y López, termina revelando uno de los mayores secretos de la nobleza de la época: la élite no solo compra poder, también lo fabrica en la sombra, con sangre, miedo y secretos. Vera, al descubrir el entramado criminal en el que está implicado su propio padre, se enfrenta a un dilema moral y familiar de proporciones titánicas. El apellido Carril no solo está manchado de deshonor… está empapado en culpa.
Cada nuevo descubrimiento conecta hilos sueltos que antes parecían aislados. La caída de la varonesa, las tensiones entre nobles, los rumores que corrían sobre venenos en La Promesa… todo lleva de vuelta al mismo lugar: la joyería Job, el cuaderno dorado y el duque de Carril.
¿Hasta dónde llegará este hombre por mantener su imperio del miedo? ¿Quién más está involucrado en esta red de crímenes por encargo? ¿Podrá Vera romper el ciclo de silencio y corrupción que arrastra su linaje, o acabará atrapada en las redes de su padre? Y lo más importante… ¿qué otras verdades aguardan escondidas entre las páginas doradas de ese cuaderno maldito?
Esta es solo la punta del iceberg. La Promesa se adentra en su trama más oscura y ambiciosa. La joyería ya no es solo un escenario, es la caja de Pandora que podría arrastrar a toda la nobleza a su perdición. Y lo que se viene… podría ser el principio del fin.
No te pierdas el próximo capítulo. El duque de Carril aún no ha mostrado su última jugada. Y Vera, al fin, deberá decidir de qué lado está: el del poder o el de la justicia.