En La Promesa, las máscaras comienzan a caer y el pasado amenaza con derrumbar el presente de dos de los personajes más intrigantes de la historia: Don Lisandro y Doña Leocadia. Lo que en apariencia parecía una simple relación de conveniencia, se convierte esta semana en el eje de una revelación que puede hacerlo todo estallar.
Porque sí, aunque muchos ya sospechaban que estos dos personajes compartían algo más que intereses comunes, lo que realmente los une es un secreto que podría arruinar sus vidas para siempre, especialmente la reputación del orgulloso duque Lisandro de Carvajal y Fuentes.
Todo comienza cuando Leocadia, como siempre altiva y desafiante, se permite hablar con excesiva familiaridad con el duque. Pero la respuesta de él es tajante:
—“Que seamos amigos no te da derecho a tomarte tantas confianzas. Yo solo rindo cuentas a su majestad, no a una mujer”.
Una frase que, más allá del evidente machismo, esconde una tensión reprimida, una herida sin cicatrizar. Porque Leocadia no es una mujer cualquiera para Don Lisandro… es la madre de su hija no reconocida: Ángela.
Sí, tal como lo lees. El duque sería el verdadero padre de Ángela, una joven que ha vivido durante años exiliada en internados extranjeros, lejos de los escándalos y del ojo público. ¿La razón? Muy sencilla: proteger el nombre del noble y las ambiciones de Leocadia.
Desde hace más de 20 años, Don Lisandro habría estado financiando los estudios y manutención de Ángela en secreto, a espaldas del resto del palacio. Un pacto de silencio entre dos personajes sin escrúpulos, unidos por un error del pasado que hoy amenaza con salir a la luz.
Pero esta semana, todo se desmorona. Ángela, harta de las órdenes de su madre y de tener que marcharse a Suiza otra vez, se rebela y se instala en los jardines de La Promesa, decidida a no ceder. Leocadia, temerosa de que su hija revele lo que no debe, la presiona sin piedad, y no duda en amenazar a Curro si se atreve a ayudarla.
Mientras tanto, la joven, inteligente y desconfiada, empieza a buscar un lugar donde refugiarse lejos de su madre. Dos opciones surgen: la casita de Ramona en el bosque, o algo aún más interesante: el cuarto oculto detrás de la chimenea en la habitación de Cruz, donde podría vigilar todos los movimientos de Leocadia sin ser vista. Un lugar perfecto para descubrir lo que su madre tanto oculta.
Y si eso no fuera suficiente, la tensión aumenta cuando Don Lisandro empieza a perder el control. La cercanía de Ángela, sus preguntas, su negativa a irse, podrían llevar al desastre… porque si alguien conecta las piezas y confirma que la hija de la postiza es también hija del duque, la caída social de ambos será inminente.
La ironía no puede ser mayor: Leocadia, tan puritana, crítica del hijo bastardo de Alonso, oculta a su propia hija ilegítima, fruto de una relación prohibida con uno de los hombres más poderosos del reino. Y lo peor: no es la única relación turbia en su historial. Se rumorea que fue amante de Lorenzo de la Mata, del varón de Linaja… y quién sabe cuántos más.
Pero esta vez no se trata solo de reputaciones. Ángela ha comenzado a entender su historia, a leer entre líneas, a conectar las miradas y silencios de los adultos que la rodean. Y la joven ya no es la niña obediente que fue enviada lejos… es una mujer con sed de verdad.
Eugenia, la única que conocía con certeza la identidad del padre de Ángela, se llevó el secreto a la tumba. Pero hay más personas en el palacio que saben o intuyen la verdad. Y si alguien se atreve a hablar, Don Lisandro podría ver su mundo derrumbarse en cuestión de horas.
En resumen:
🔹 Don Lisandro y Leocadia están unidos por un vínculo imposible de romper.
🔹 Ángela, la hija oculta del duque, se rebela y amenaza con exponer todo.
🔹 La tensión entre madre e hija alcanza niveles insostenibles.
🔹 Curro, Luz, y hasta Pelayo se verán arrastrados a este escándalo.
🔹 El secreto mejor guardado de La Promesa está a punto de salir a la luz…
Y si eso ocurre, ni los títulos nobiliarios ni las amenazas de Leocadia podrán evitar la caída de los dos grandes villanos de La Promesa. Esta semana será decisiva… y solo uno saldrá ileso.