“No me mires como si estuviera loca. No lo hagas. No quiero que me mires así. Baja eso, Lorenzo. ¿Me oyes? No lo hagas. Por favor, no me claves esos ojos, Lorenzo. No me claves esos ojos.” Estas escalofriantes palabras, pronunciadas por una Eugenia al borde del abismo, resuenan como un presagio de la tragedia que se avecina en el palacio de los Luján. La promesa de una celebración feliz, el bautizo de los hijos de Catalina y Adriano, se convertirá, tal como se anticipa, en un baño de sangre, un nuevo drama que sacudirá los cimientos de la opulenta residencia en el valle de los Pedroches. Porque en el universo de “La Promesa”, donde la intriga y la pasión se entrelazan con el dolor y la venganza, ninguna celebración está exenta de un giro inesperado y, a menudo, fatal.
Gustav, vuestro fiel narrador de los entresijos de esta apasionante ficción televisiva, os guía hoy a través de las oscuras corrientes que convergen hacia un desenlace que promete ser tan impactante como desgarrador. Prepárense para una inmersión profunda en los planes maquiavélicos de Lorenzo de la Mata y Leocadia de Figueroa para doblegar la cordura de la desdichada Eugenia, y para atisbar el trágico final que aguarda en el aparentemente inocente bautizo de los mellizos. La pregunta que flota en el aire, cargada de ominosa expectación, es ineludible: ¿morirá alguien en medio de esta celebración teñida de sangre?
Los candidatos para abandonar este mundo, al menos desde la perspectiva del gran público, no faltan. La idea de que Eugenia, en un arrebato de locura inducida, acabe con la vida de su pérfido marido, el capitán Lorenzo, sin duda haría las delicias de muchos espectadores ávidos de justicia poética. Sin embargo, la trama urdida por los guionistas parece conducirnos por senderos aún más tortuosos y sombríos.
El plan secreto de la taimada Doña Leo y el parásito Lorenzo para sumir a Eugenia en la locura parece estar dando sus frutos con una eficacia escalofriante. Confieso mi profunda decepción ante este giro cruel del destino para un personaje que, en mi opinión, ya ha soportado suficientes tribulaciones. No sé si comparten mi sentir, pero ver a Eugenia sufrir de esta manera me resulta particularmente doloroso. Sin embargo, como meros espectadores, nuestras opiniones no alteran el curso de una historia que fue concebida y filmada hace meses. El trágico destino de Eugenia, al igual que el de otros personajes, ya está sellado.
Recordemos cómo Lorenzo y Leocadia han tejido una red de engaños para hacer creer a Eugenia que su cordura se desvanece. Personalmente, habría deseado un giro en el que Eugenia, astuta y perspicaz, hubiera descubierto el aroma del láudano en sus “medicinas” y, con una inteligencia sorprendente, hubiera urdido su propia estratagema para hacerles creer que sucumbía a la locura, mientras en secreto mantenía su lucidez para desenmascararlos en el momento oportuno. Sin embargo, los avances que hemos podido vislumbrar en Televisión Española apuntan a un desenlace mucho más sombrío.
Tal como vimos en el reciente episodio, María Fernández, involuntariamente convertida en cómplice, aplica a Eugenia friegas con un linimento adulterado con láudano. Este tratamiento, según la narrativa, acelera el deterioro mental de Eugenia. Aunque en la vida real tal efecto sería cuestionable, en el universo de “La Promesa” la ficción se impone a la lógica. Doña Leocadia, con una astucia perversa, ha logrado ganarse la confianza de Eugenia, haciéndole creer que está de su lado. Su estrategia inicial se centró en prometer ayudar a liberar a Cruz de prisión. Ahora, Leocadia siembra en la mente de Eugenia la paranoia de que la familia Luján planea encerrarla nuevamente en el sanatorio para deshacerse de ella definitivamente. Resulta desconcertante que Eugenia, a pesar de las advertencias de su hermana Cruz sobre la falsedad de Leocadia, caiga tan fácilmente en sus redes. A menos que, y aquí resurge una pequeña chispa de esperanza, Eugenia esté representando una magistral farsa para engañar a sus torturadores y, en última instancia, sorprenderlos a todos.
La maldad de Leocadia no conoce límites. En los próximos episodios, la veremos utilizar a los hijos de Catalina para desestabilizar aún más la ya frágil mente de Eugenia. Junto con Lorenzo, intensificarán las tácticas para convencerla de que sus lapsus de memoria son cada vez más frecuentes y graves. Esta presión psicológica constante erosionará la salud mental de Eugenia hasta límites insospechados, preparándola para el trágico clímax que se desatará durante el bautizo.
Y es precisamente en este punto donde la narración toma un cariz aún más sombrío. Tras someter a Eugenia a una tortura psicológica implacable, llegará el fatídico momento del bautizo de los hijos de Catalina y Adriano. La pregunta que nos embarga es: ¿qué atrocidades sembrarán en la mente de Eugenia para que, en ese día señalado, su cordura se quiebre por completo, desencadenando un pandemonio en medio de la ceremonia? Personalmente, uno de los aspectos que más ansío presenciar es la reacción de Don Lisandro ante el caos que se desatará cuando Eugenia pierda el control.
Como he reiterado en varias ocasiones, y como anticipé al inicio de este análisis, ninguna celebración en el seno de la familia Luján está exenta de un buen drama. Pero recordemos que estamos inmersos en una obra de ficción, y sin estos giros dramáticos, la trama se tornaría monótona y carente de emoción.
Las imágenes que hemos podido vislumbrar en los avances nos revelan un detalle inquietante: la obsesión de Eugenia por Andrés, el hijo menor de Catalina y Adriano, debido a su parecido con Curro cuando era bebé. Leocadia, con su veneno característico, ha alimentado esta fijación enfermiza. Parece ser que, en un momento de desesperación y confusión, Eugenia se apoderará del arma que Lorenzo guarda oculta en su habitación. ¿Qué ocurrirá entonces? La pregunta flota en el aire, cargada de una tensión palpable: ¿morirá alguien en medio de este bautizo teñido de sangre?
Recientemente, Televisión Española lanzó una ominosa promoción con la frase: “Habrán más despedidas”, acompañada de un ramo de rosas, símbolo inequívoco de luto. Esto parece confirmar que la tragedia se cebará nuevamente con los habitantes de La Promesa. Un amplio abanico de posibilidades se abre ante nosotros, y las identidades de las posibles víctimas se irán revelando gradualmente a medida que la trama avance. La cadena, comprensiblemente, prefiere mantener cierto misterio para preservar la emoción de los espectadores. Personalmente, confieso que también prefiero descubrir los detalles de la trama poco a poco, en lugar de conocer el desenlace desde el principio.
Lo que sí puedo adelantarles con certeza es que el bautizo se convertirá en un espectáculo dantesco. Tal como se ha mostrado en los avances, Eugenia, con el niño en brazos, ascenderá al torreón del palacio de La Promesa. ¿Se arrojará al vacío con el bebé en un acto de desesperación final? Espero fervientemente que los guionistas no hayan concebido un giro tan macabro y doloroso. Sería un desenlace terriblemente impactante, y no estoy seguro de que muchos espectadores lo recibieran bien.