En La Promesa, cuando parecía que el amor verdadero solo tenía cabida entre secretos, votos rotos y corazones rotos… por fin, el milagro ocurrió. Samuel, el párroco que llegó al palacio con un aura de misterio y una devoción intachable, ha dado un paso definitivo que cambiará su vida… y la de María Fernández para siempre.
Sí, lo que muchos intuíamos desde hace tiempo, por fin se ha dicho en voz alta, con el alma desnuda: Samuel está perdidamente enamorado de María. Y no solo lo ha confesado en una escena que nos hizo llorar a todos, sino que ha ido más allá. Él mismo ha llamado al obispado para delatarse, para que lo excomulguen, para así liberarse del peso de una sotana que ya no representa lo que su corazón desea.
Samuel ha renunciado al sacerdocio, no porque haya dejado de creer, sino porque ha decidido apostar por una fe distinta: la del amor humano, la del compromiso con la mujer que ha transformado su vida. Porque sí, María Fernández —nuestra doncella valiente, tierna, y fiel— ha conquistado al hijo de un duque, a un hombre que lo dejó todo por servir a los demás, y ahora está dispuesto a dejar aún más para poder vivir su amor con libertad.
Y aquí comienza la gran incógnita: ¿cómo será la vida de María y Samuel ahora que él ha dejado de ser cura? ¿Qué caminos se abrirán para esta pareja que ha desafiado el destino y las normas sociales? Pues agárrate fuerte, porque lo que viene es una historia digna de los más grandes romances de la televisión.
Recordemos que Samuel no es un hombre cualquiera. Es el primogénito del duque de Winser, un noble inglés de raíces alemanas. Un joven que decidió abandonar su herencia, su linaje y toda la pompa aristocrática para servir a Dios entre los humildes. Pero ahora, al haber sido excomulgado —algo que en el fondo él deseaba, como una forma de no tener que renunciar voluntariamente a su vocación—, queda libre para rehacer su vida con María.
Lo más lógico, y lo que muchos ya soñamos, es que Samuel y María se casen. Puede que lo hagan en La Promesa o lejos de allí, buscando un nuevo inicio. Pero lo cierto es que ya nada ni nadie podrá impedirles vivir su amor a plena luz. Sin embargo, como en toda buena historia, el destino tiene más cartas que jugar.
Imaginemos que, una vez casados, reciben una noticia devastadora: el padre de Samuel ha fallecido. Y así, el noble que un día lo dejó todo, se ve obligado a regresar a su antigua vida para acompañar a su familia en el duelo. María, por supuesto, lo acompañaría. Y aquí es donde la historia da un giro fascinante: la joven doncella que una vez sirvió a los señores del palacio, se convierte ahora en una noble dama, esposa del heredero de un ducado.
¿Te imaginas a María Fernández en un castillo inglés, rodeada de nobles, intentando integrarse a una vida que le es completamente ajena? La transformación sería tan radical como emocionante. De limpiar habitaciones a tomar el té con condes y barones. Y conociendo a María, con su corazón puro y su sentido del deber, no cabe duda de que lograría conquistar también ese nuevo mundo.
Pero no todo sería fácil. El idioma, las costumbres, el juicio de una aristocracia estricta… ¿Cómo reaccionaría la familia de Samuel al verla? ¿Aceptarían a la exsirvienta española como parte del linaje? Y más aún, ¿cómo se adaptaría María a una vida de privilegios después de haber vivido entre las penurias del servicio?
La historia de La Promesa nos ha demostrado que los personajes cambian de estatus como de ropa. Jana pasó de sirvienta a señora, Vera de señorita a criada, y ahora María de doncella a noble esposa. Y Samuel, de heredero a cura, y de cura otra vez a señor. ¿Qué más podemos esperar?
Y aún falta lo más importante: el futuro. ¿Tendrán hijos? ¿Fundarán una familia entre dos mundos tan diferentes? La idea de un niño corriendo por los pasillos de un castillo, hijo de una mujer del pueblo y un noble que renunció al poder por amor, es simplemente irresistible. Un símbolo de que el amor verdadero no entiende de clases sociales, ni de votos sagrados, ni de obligaciones familiares.
Esta historia paralela que podría desarrollarse tras los eventos actuales de la serie es, sin duda, una de las más conmovedoras y esperanzadoras que hemos imaginado en La Promesa. Porque si algo nos enseña esta novela cada tarde, es que incluso entre tragedias, muertes, venganzas y traiciones, aún hay espacio para los milagros. Y lo de María y Samuel lo es.
Así que ahora, con el corazón en la mano y una sonrisa en los labios, solo nos queda esperar a ver cómo se desarrolla esta historia. ¿Vivirán felices en Inglaterra? ¿Volverán a La Promesa? ¿Superarán los nuevos retos que les depare la vida juntos? El futuro de María y Samuel promete, y mucho.
Quédate con nosotros para descubrirlo, porque lo que viene en La Promesa… es puro fuego.