La Promesa: Curro y Ángela — La clave de Canfranc

Lo que parecía una simple carta de despedida, terminó siendo el principio de una pesadilla. Para Curro, la partida de Ángela significó el derrumbe de su mundo. Una nota escrita con frialdad, unas palabras finales, una mentira cuidadosamente planeada: Suiza.

Sin embargo, detrás de esa mentira, se escondía un mensaje cifrado. Una letra y un número casi borrados: B7. Una llave minúscula pegada en el fondo de un cajón. Y un recibo de consigna de la estación de Puebla de Tera fechado dos días antes. Todo eso bastó para encender en Curro una verdad irrefutable: Ángela no se fue por voluntad propia. Estaba en peligro.

Mientras tanto, el palacio se fracturaba por dentro. Catalina y Martina libraban su guerra de trincheras con palabras envenenadas. Manuel, ausente, atrapado en sus pensamientos, se debatía entre celos e intuiciones frente a la química evidente entre Toño y Enora. Y en las cocinas, el nuevo mayordomo Baeza dirigía todo con frialdad mecánica, sin el alma que Rómulo había dejado atrás.

Lejos de allí, en la mansión de los Carril, López intentaba mantener su tapadera ante la mirada inquisidora de la duquesa. Amalia, al protegerlo, lo había puesto en una posición aún más comprometida. La tensión era máxima. Y cada palabra falsa podía ser una sentencia.

Pero nada de eso importaba para Curro. Su destino ya estaba sellado. Llegó a Puebla de Tera, buscó la consigna B7, giró la pequeña llave y descubrió una caja de madera. Dentro, el diario de Ángela. Página tras página, lo devoró con los ojos anegados.

Las primeras líneas eran recuerdos felices. Pero pronto el tono cambiaba. Ángela relataba cómo había descubierto accidentalmente una operación clandestina: Lorenzo y el Duque de Carril utilizaban La Promesa como paso encubierto para mercancía ilegal, utilizando los coches del taller para el contrabando.

Ella los escuchó hablar de Canfranc, una estación en los Pirineos, y de un almacén escondido cerca del paso internacional. Cuando Lorenzo descubrió que Ángela sabía demasiado, la amenazó. Le obligó a escribir una nota falsa para fingir su huida a Suiza. Pero Ángela no se resignó. Planeó un contraataque. Dejó el diario como testimonio, como prueba. Como grito de ayuda.

“Te amo más que a mi vida. Pero no me sigas. Es demasiado peligroso”, escribió.

Pero Curro no podía obedecer. No esta vez. Recogió sus cosas, escapó del palacio y tomó el primer tren rumbo al norte. Su objetivo ya no era recuperar un amor perdido. Era salvar a la mujer que amaba… y exponer la red criminal que amenazaba con destruirlo todo.

Y mientras Curro se acercaba a Canfranc, la promesa se agitaba de nuevo. Yana descubrió la huida y la alarma se propagó. Lorenzo, lejos de asustarse, sonrió. Estaba convencido de que el muchacho iba tras una sombra. Pero no sabía que, esta vez, Curro tenía una misión. Una que podría derrumbar a todos los poderosos.

Porque en Canfranc, donde las montañas guardan secretos y las estaciones esconden verdades, se está gestando el capítulo más épico de La Promesa.