“Un beso prohibido… una cámara encendida… y un secreto que ya no se puede callar.”
En los próximos capítulos de Sueños de libertad (349–351), un simple archivo de video lo cambia todo. La historia de amor, poder y traición entra en su fase más explosiva, donde ni el pasado ni la lealtad familiar podrán detener lo que viene.
Todo comienza con un email anónimo que llega al ordenador de Irene. El asunto es simple: “Mira esto antes de confiar en él.” Al abrirlo, se encuentra con imágenes en cámara fija: Cristina y Gabriel besándose, solos, entre estanterías del archivo de la empresa. Lo que parecía una historia interna, un desliz, ahora se convierte en un escándalo grabado.
Irene, devastada pero lúcida, no sabe si decírselo a Beltrán, a Damián, o simplemente borrar el video y fingir que nunca existió. Pero el destino decide por ella. Damián entra justo cuando el video está en reproducción. Silencio. Tensión. Luego, explosión.
“¡¿Me traicionaste con mi propio sobrino?!” — grita Damián mientras rompe el portátil de un golpe. Su rabia no es solo por Cristina, sino por Gabriel, a quien él defendió frente a todos. Ahora, ese acto de confianza se le revuelve como veneno.
Por otro lado, Marta recibe un mensaje aún más críptico: “Pelayo no quiere un hijo contigo. Pregunta por el pacto.”
Esa frase bastará para encender una bomba emocional. Marta, confundida y herida, confronta tanto a Pelayo como a Fina. La tensión es tal que Fina decide irse durante la noche, dejando una carta desgarradora: “Necesito saber quién soy antes de ser madre.”
Mientras la familia se fractura, don Pedro descubre el video y lo usa como arma de chantaje. Si Gabriel no hace exactamente lo que él quiere en la próxima junta, enviará ese video a Beltrán… y a la prensa. El imperio de perfumes ahora huele a traición, control y miedo.
Y en un rincón más silencioso, Claudia, cada vez más unida a Raúl, escucha sin querer parte del plan de Pedro. Por primera vez, tendrá que elegir: seguir protegiendo a la familia o sacar la verdad a la luz.
El mini-arco culmina con una escena cargada de tensión: Beltrán aparece en la colonia, con el móvil en la mano y el video en la pantalla. Su rostro, entre lágrimas y furia, es el reflejo de todo lo que está por romperse.