“Si un beso con otro te hizo temblar… ¿realmente estás enamorada de tu novio?”
En el capítulo 348 de Sueños de libertad, lo que parecía una conversación trivial entre amigas en el lugar de trabajo, se transforma rápidamente en un torbellino emocional. Cristina, visiblemente alterada, usa el teléfono del trabajo para mantener una conversación privada. Claudia, con su intuición siempre despierta, no tarda en notar algo extraño. “¿Por qué usas ese teléfono?”, pregunta. Cristina responde con evasivas: solo necesitaba privacidad… especialmente lejos de Luis.
Pero no se trata solo de un tema de espacio personal. Detrás de su voz contenida hay un peso emocional que se desborda. Cristina ha estado hablando con su novio, quien insiste en que ella se tome el día libre para ir al teatro. Una petición que, en otras circunstancias, podría parecer romántica… pero que en este momento, con su carrera apenas despegando, se siente como una imposición. Fina, siempre sensible, adivina rápidamente lo que ocurre: “¿Te está presionando otra vez?”. Cristina asiente, agotada.
Claudia propone una solución simple: “Pídeselo a Luis, seguro que te lo concede”. Pero Cristina responde que no se siente cómoda haciendo eso. La conversación se adentra entonces en aguas más profundas. Fina, con su tono tranquilo pero certero, lanza una observación que hace temblar el alma de Cristina: “Tal vez ya no tengas tantas ganas de verle”. Y, de repente, la verdad comienza a asomar.
Cristina confiesa que, desde que empezó a trabajar, su pareja no ha sabido respetar su espacio. La constante presión, la falta de valoración por su trabajo, la sensación de asfixia… todo le ha hecho preguntarse si de verdad está con la persona correcta. Entonces, Claudia lanza una pregunta inesperada: “¿Tiene algo que ver el chico guapo de la cantina?” Cristina lo niega de inmediato… demasiado rápido, demasiado vehemente. Y Fina, observadora, lo nota.
La verdad sale a la luz. Sí, hubo un beso. Cristina y aquel misterioso chico compartieron un momento fugaz… pero cargado de electricidad emocional. “Después me dijo que no quería nada más”, admite con tristeza. Claudia se sorprende, incluso se burla con sarcasmo: “Hombres que besan y desaparecen… qué novedad”. Pero Fina no se queda en la anécdota: va directo al corazón de la cuestión.
“Si ese beso te hizo sentir algo… ¿estás segura de que amas a tu novio?”, pregunta con suavidad, pero sin rodeos. Cristina se quiebra un poco. Nunca había sentido algo así. Está confundida, perdida entre lo que creía querer y lo que empieza a descubrir dentro de sí misma. Y entonces, con una franqueza devastadora, lo dice: “Si Beltrán no es mi alma gemela, lo mejor sería dejarlo ir. Ni él ni yo merecemos perder el tiempo”.
Fina la escucha, sin juzgar. Le aconseja que se asegure antes de dar un paso tan importante, pero también la anima a ser fiel a sus sentimientos. Claudia se une al gesto de apoyo. Ambas le recuerdan que la vida es demasiado corta para vivir en la duda. Que amar es también tener el valor de soltar lo que ya no vibra con uno mismo.
Cristina respira profundo. No tiene todas las respuestas. Pero ahora sabe que debe escucharse a sí misma con más claridad que nunca. La escena termina con un abrazo silencioso, entre mujeres que se entienden, que se cuidan, que se empujan mutuamente hacia la autenticidad.
Un simple beso… y la vida de Cristina podría cambiar para siempre.