La tensión se corta con un cuchillo en el Palacio de La Promesa. El esperado bautizo de los gemelos Rafaela y Andrés, hijos de Catalina y Adriano, se prepara para ser un día de celebración… pero se convertirá en todo lo contrario. Lo que debía ser un acto de unión familiar y bendición divina, acabará marcando un antes y un después en la vida de todos los habitantes de la finca. Y es que el caos, la locura y el peligro se desatarán de una forma que nadie esperaba… o quizás sí.
Todo empieza con una frase escalofriante: “¡No voy a volver allí! ¡Baja esa pistola, Eugenia!”. La hermana de Cruz está fuera de sí, arrastrada por una espiral de manipulación, desconfianza y desequilibrio emocional de la que ya no hay retorno. Y todo gracias a un maquiavélico plan orquestado por dos viejos conocidos del mal: Leocadia y Lorenzo, alias el “Capitán Garrapata”. Ambos, temerosos de que Eugenia descubra sus verdaderas intenciones y secretos, deciden llevarla al límite para deshacerse de ella… Pero el tiro, literalmente, les puede salir por la culata.
Desde hace días, Leocadia ha sembrado en la mente ya frágil de Eugenia la idea de que Andrés es suyo, que debe protegerlo, que todos quieren arrebatárselo y que la volverán a encerrar. La estrategia es clara: desestabilizarla para justificar su reclusión definitiva. Mientras tanto, Lorenzo juega su propia partida: se muestra preocupado por dormir con una mujer que considera peligrosa, pero deja a su alcance una pistola cargada en el cajón… ¿Despiste o provocación? ¿Deseo inconsciente de que ocurra lo inevitable?
Catalina, que teme por la seguridad de sus hijos, le pide a su hermano Curro que mantenga alejada a su madre del bautizo. Pero cuando se es madre y estás obsesionada, los límites no existen. Eugenia escapa del palacio con el arma oculta y pone rumbo a la iglesia donde se celebra el acto sagrado. Curro, que descubre la fuga demasiado tarde, comprende el peligro inminente… pero ya no hay nada que hacer.
Lo que ocurre ese jueves fatídico parece sacado de una tragedia griega. Eugenia irrumpe en la ceremonia con la mirada desencajada, la voz temblorosa y el arma en mano. Nadie se lo espera. Nadie reacciona a tiempo. “¡No me encerrarán nunca más!”, grita, apuntando a todos los presentes mientras sus ojos buscan algo, o alguien, entre el gentío. El silencio se apodera del lugar. Los invitados contienen la respiración. Solo se oye el llanto de un niño y el goteo nervioso del sudor de los culpables.
Entre los presentes están Don Lisandro, el duque que ha sido impuesto como padrino por Leocadia, Lorenzo, el propio Adriano y Catalina, e incluso la enfermera Emilia. En una de las imágenes filtradas, se puede ver a Lisandro, Leocadia y el marqués mirando al suelo, horrorizados. ¿Qué ven? ¿Qué ha caído ante ellos? ¿Un cuerpo?
Esto es lo que ha desatado todas las teorías: ¿ha llegado la muerte al bautizo? La respuesta parece afirmativa, aunque la identidad de la víctima sigue siendo un misterio. Eso sí, podemos descartar a Leocadia, Lisandro y Lorenzo, ya que los tres aparecen intactos tras el disparo. Pero… ¿y los demás?
En otras imágenes previas al caos, se ve a Catalina tomada de la mano con Adriano, y detrás de ellos, Emilia. Las posiciones y la dirección de las miradas en la escena del disparo hacen pensar que fue en esa zona donde cayó alguien. ¿Ha sido uno de los padres? ¿O la enfermera? ¿Y si la verdadera intención de Eugenia no era disparar a nadie, sino crear una distracción para llevarse al pequeño Andrés?
No olvidemos que ya antes intentó subir al torreón con él, convencida de que era su hijo. Y aunque esa vez fue detenida, ¿quién puede detener a una madre desesperada con un arma en la mano y la locura como motor? Las posibilidades son escalofriantes.
La televisión pública ya ha lanzado un aviso inquietante: “Habrá más despedidas, pero aún estamos lejos del final”. Una frase acompañada de un ramo de flores fúnebres. Si ya perdimos a Jana Expósito, ¿quién será el siguiente en caer? Todo apunta a que este bautizo será el escenario de otra dolorosa despedida. ¿Se atreverán a matar a un personaje querido? ¿O el disparo solo dejará una herida simbólica?
Lo que está claro es que Eugenia, lejos de ser la villana, es la víctima de una trama oscura de manipulación y abuso psicológico. Desde que llegó al palacio, su presencia ha alterado el equilibrio de poder y ha supuesto una amenaza para los que se creen amos y señores de La Promesa. Por eso han querido deshacerse de ella… pero no contaban con que la locura, una vez desatada, no puede controlarse.
Y mientras tanto, los demás personajes se verán obligados a tomar partido. Curro, dividido entre el deber y el amor por su madre. Catalina, temerosa por sus hijos. Adriano, atrapado entre su lealtad y su miedo. Emilia, testigo involuntaria de todo. Y el propio Don Lisandro, que quizás no quiera seguir siendo una marioneta de Leocadia.
El jueves se acerca y con él, un capítulo que marcará historia en La Promesa. Los secretos saldrán a la luz, las máscaras caerán y la sangre podría teñir los mármoles del altar. ¿Quién caerá? ¿Quién disparó realmente? ¿Y qué será de Eugenia después de todo esto? Solo hay una forma de saberlo: no perderse ni un solo segundo de lo que está por venir. Porque lo prometido es deuda… y esta deuda viene cargada de pólvora.