“Quiero intentarlo. Quiero ser feliz.”
Las palabras de Begoña no solo son un deseo… son una declaración de guerra al pasado, y a todos quienes se interpongan en su nueva vida.
En este avance exclusivo de Sueños de Libertad, el capítulo nos sumerge en un torbellino emocional donde la búsqueda de la felicidad personal puede costar más de lo esperado. Begoña ya no está dispuesta a vivir en función de los demás. Enfrenta a Damián, a María, y ahora también a Andrés… Todo por proteger lo que ha comenzado con Gabriel.
La escena inicia en la casa de los Reina. Begoña regresa del dispensario y se topa con Andrés. Él, amable, le sugiere volver a salir con Julia. Ella responde con una sonrisa débil. No es momento de distracciones: “Quería hablar contigo un momento”, le dice.
Con voz temblorosa, le explica que separarse fue lo correcto, que ambos merecen intentarlo por caminos diferentes. Pero Andrés percibe que hay más. “¿Qué me quieres decir, Begoña? No des más vueltas.”
Entonces lo dice: “He empezado a tratar con Gabriel.”
El silencio que sigue es brutal. Andrés frunce el ceño, exige claridad. Begoña intenta explicar que están conociéndose, que no es amor aún, pero sí una posibilidad. Que se siente viva, curiosa, esperanzada.
Pero Andrés no lo ve así. Él siente que se lo advirtió. “Te dije que iba a por ti.”
Begoña defiende su postura, asegura que todo ha surgido de manera natural. Andrés niega con dureza: “Gabriel no hace nada que sea natural.”
Lo que ninguno sabe es que María escucha cada palabra desde fuera. Su rostro, oculto entre sombras, se transforma en una mueca de satisfacción. Su plan ha funcionado. Ha roto el vínculo entre ellos… o eso cree.
Porque la felicidad de Begoña podría traer consecuencias que ni ella imagina.
Mientras tanto, en la fábrica, el escándalo no tarda en estallar. Marta consigue una muestra del perfume que Brosar ha lanzado al mercado. La fragancia es casi idéntica a la que se estaba desarrollando en Cobeaga.
“¡Dios mío!”, exclama Luis al olerla. “No es igual… pero prácticamente lo es.”
Joaquín insiste. Marta también lo confirma. Las diferencias son mínimas, apenas perceptibles. Y entonces, el diagnóstico se vuelve claro y contundente: espionaje industrial.
Lo peor es que, desde el pasillo, alguien lo escucha todo… y sonríe. Gabriel.
Se aleja con una expresión satisfecha. No dice nada. No necesita hacerlo. Todo se está cumpliendo como él quería.
Luis, furioso, no puede creer que esto haya ocurrido. “Alguien ha entregado nuestra fórmula. La han replicado con precisión.”
“¿Quién?” pregunta Joaquín con voz apagada.
La pregunta queda flotando. Pero las sospechas empiezan a tomar forma. Y el rostro de Gabriel, satisfecho en las sombras, parece tener todas las respuestas.
Ahora las piezas se reacomodan. Andrés está herido. María cree haber vencido. Gabriel esconde un secreto mucho más oscuro que un simple romance.
Y Begoña… se aferra a una felicidad que podría costarle todo: su dignidad, su hija, su paz.
¿Aceptará Andrés esta nueva realidad?
¿Logrará la fábrica descubrir al verdadero traidor?
¿Y María… podrá vivir con lo que ha provocado?
¿Hasta dónde está dispuesta a llegar Begoña por amor