—“No me mires así…” —le susurra Marta a Fina, justo cuando una decisión trascendental está a punto de unir —o tal vez transformar— sus vidas para siempre.
En la oficina, el aire está cargado de significado. Pelayo, decidido y seguro, deja claro a Marta que ha llegado el momento de avanzar. El plan de viajar a Londres para un tratamiento de fertilidad no es ya una posibilidad remota: es una realidad inminente. Fina entra en escena, disculpándose con dulzura por su tardanza, y se coloca al lado de Marta con una cercanía que dice más que mil palabras. En esa cercanía, en esa mirada que Marta capta, late una mezcla de ternura, nerviosismo y un lazo invisible entre las dos mujeres.
Marta rompe la tensión con humor, pero lo que sigue es mucho más serio: ¿realmente están preparados para esto? ¿Y qué lugar ocupa ahora la política en sus prioridades? Francisco Cárdenas, el nuevo rival de Pelayo en la carrera hacia el cargo de gobernador civil, parece haber encendido más que una chispa de preocupación. Pero Pelayo, con una convicción que sorprende hasta a Marta, asegura que sabe cómo neutralizar a su contrincante. Aunque admite que Cárdenas tiene más apoyos, lo dice con una media sonrisa: “Los míos son mejores”.
Y es entonces cuando Fina plantea la pregunta que lo cambia todo: “Si no ganas las elecciones, ¿nuestro compromiso sigue en pie?”
Sin dudar un segundo, Pelayo le responde que sí. Lo dice sin vacilar, con la fuerza de quien cree profundamente en lo que está construyendo, no solo políticamente, sino emocionalmente. “Mi ilusión de formar una familia con vosotras no depende de los votos”, declara.
Lo que sigue es una noticia que los sacude a todos: la clínica de Londres los espera… la semana que viene.
Marta apenas puede creerlo. Todo va tan rápido. La intervención está a días de distancia, y el vértigo de la decisión se mezcla con la emoción. Pero Pelayo ya ha tomado las riendas: gestionará todo el viaje para que Marta solo tenga que concentrarse en una cosa —vivirlo.
Y entonces, como si el peso del momento necesitara ser compartido, Pelayo hace algo inesperado: admite que sí, este paso también podría beneficiar su imagen política. Pero que eso no es lo importante. Lo importante es la alegría que puede traerles. “Y esa alegría”, añade con una mirada profunda a Marta y Fina, “es lo que más necesitamos ahora”.
Fina asiente, y en ese gesto se encierra toda la madurez emocional de alguien que sabe lo que está en juego. Marta, visiblemente tocada, le toma la mano. Hay algo no dicho, pero intensamente presente: que este paso no solo trata de traer una nueva vida al mundo, sino también de consolidar una unidad entre tres personas que han elegido caminar juntas por un sendero que no tiene un guion tradicional.
Antes de irse a su reunión, Pelayo las mira con ternura. Les promete que hará todo lo necesario para que este proceso sea lo más hermoso posible. Marta y Fina le desean suerte, y en esa despedida silenciosa hay una sensación de esperanza, de pacto renovado, y de futuro compartido.
¿Es este el comienzo de la familia que tanto soñaron… o el inicio de un nuevo desafío que aún no alcanzan a imaginar?
¿Cuánto están dispuestos a arriesgar Marta y Fina por un sueño que ahora está más cerca que nunca?