El calor veraniego no logra suavizar la tensión que se respira en la colonia, y mucho menos en la casa de la reina. Después del beso inesperado entre Gabriel y Begoña, el equilibrio emocional de todos los implicados comienza a tambalearse. Pero lo que parecía una simple confusión de sentimientos se convertirá en una peligrosa partida de ajedrez emocional… y María se prepara para mover ficha.
Gabriel, con su porte siempre impecable y su sonrisa calculada, se ha convertido en una figura central no solo en el juicio que absolvió a Jesús, sino también en los corazones de las mujeres que lo rodean. El eco de ese beso con Begoña sigue resonando, pero hay una mirada más que se ha encendido… la de María. Y es ahí donde comienza la verdadera historia.
Mientras Andrés intenta reconstruir el vínculo con Begoña, proponiéndole una jornada familiar en el campo junto a la pequeña Julia, su propuesta es rechazada con una frialdad que lo deja desarmado. No hay discusión, no hay lágrimas, solo la distancia helada que se instala entre ellos como una sentencia silenciosa. Lo que Andrés no sabe es que, desde la ventana de arriba, María ha presenciado cada segundo. Y su sonrisa, apenas perceptible, revela que ha entendido lo que nadie más parece querer ver.
Esa misma tarde, Gabriel entra en la habitación de María para acompañarla en su rutina de ejercicios. Lo que ha comenzado como rehabilitación física se ha transformado en una coreografía íntima, donde cada paso es también una conquista emocional. “Vamos, María, tú puedes”, le dice él, mientras ella se esfuerza por mantenerse de pie. Y cuando lo consigue, erguida por sí misma, la emoción la desborda. “Gabriel, lo logré”, susurra con lágrimas en los ojos. Él la felicita con una calidez que traspasa la profesionalidad, dejándole claro que está con ella, que cree en ella… que forman un equipo.
Pero justo cuando la escena parece teñida de esperanza, Gabriel decide soltar una bomba: le confiesa a María que Begoña lo besó. La noticia cae como un relámpago. María contiene la respiración, tratando de no delatarse, pero el temblor en sus manos la traiciona. “¿Begoña?”, repite, como si necesitara escuchar el nombre en voz alta para creerlo. “No significó nada para mí”, asegura él, omitiendo quién fue realmente el que dio el primer paso. Pero el daño ya está hecho. La mente de María, siempre estratégica, empieza a trabajar.
A partir de ese momento, María entiende que su aparente vulnerabilidad puede convertirse en su mayor arma. Sabe que Gabriel no es solo su cuidador, sino una pieza clave en el tablero. Lo que surgió como una alianza forzada por la enfermedad ahora se transforma en algo más: una complicidad con intereses compartidos, un frente común contra quienes puedan amenazar su posición.
Y justo cuando María empieza a ganar terreno, Begoña comienza a desmoronarse. El remordimiento la consume, y busca a Luz para desahogarse. La confesión llega atropelladamente: “Nos besamos… y lo peor es que me gustó”. Begoña se siente traidora, dividida entre el recuerdo de Andrés y la atracción por Gabriel. Pero Luz, en lugar de juzgarla, la invita a reflexionar. “Tienes derecho a sentir. A dejar de esperar a Andrés y empezar a vivir por ti misma.” Son palabras que siembran más dudas que certezas. Porque por mucho que Begoña intente resistirse, el beso ha dejado una marca… y María lo sabe.
En la perfumería, mientras tanto, la normalidad se viste de entusiasmo. Claudia, con una energía renovada, propone crear un calendario solidario con fotos de la colonia. Fina, que duda de su talento, termina aceptando gracias al impulso de Marta y un regalo que simboliza algo más que apoyo: es una inversión emocional en su potencial. Esta energía de colaboración y sueños personales contrasta radicalmente con las estrategias emocionales que se están jugando en la casa grande.
Pelayo, por su parte, busca redimirse ante Fina con una disculpa que parece sincera… o quizás calculada. La fragilidad de los personajes masculinos empieza a mostrarse más abiertamente, mientras que las mujeres de la colonia —María, Begoña, Luz, Claudia— se afianzan como el verdadero eje de transformación emocional.
Y en ese núcleo, María empieza a emerger como una fuerza silenciosa pero imparable. Aún desde su silla de ruedas, domina conversaciones, teje estrategias, y utiliza la información a su favor. Ahora sabe que Gabriel y Begoña han cruzado una línea, y no está dispuesta a quedarse al margen. Su mirada, cuando Gabriel le promete un especialista de Madrid, no es solo agradecida… es la de alguien que está leyendo entre líneas, anticipando movimientos, visualizando un desenlace que podría cambiarlo todo.
La noche cae sobre la colonia y, con ella, las máscaras empiezan a resquebrajarse. En cada rincón de la casa reina una tensión contenida. Unos luchan por redimirse, otros por olvidar, y unos pocos —como María— empiezan a jugar un juego mucho más peligroso.
¿Podrá Begoña lidiar con sus sentimientos y resistir la creciente atracción por Gabriel? ¿O será María, desde las sombras, quien acabe manejando los hilos de todos los corazones implicados?
Una nueva batalla emocional ha comenzado… y apenas es el primer movimiento.
¿Qué crees tú que está sintiendo realmente María? ¿Deseo, celos… o algo más oscuro?