“Me besé con otro hombre.”
Con esa confesión desgarradora, Cristina dinamita su relación con Beltrán. El prometido perfecto, siempre paciente, siempre confiado, escucha esas palabras como si le arrancaran el corazón. Su rostro cambia. Su mundo se rompe.
Todo ocurre en el invernadero, un lugar que alguna vez fue símbolo de ternura entre ellos. Ahora se convierte en el escenario de una confesión que lo cambia todo. Beltrán intenta entender, pero lo que escucha solo alimenta su furia. Descubre que el hombre con el que Cristina se besó es nada menos que Gabriel, el abogado, el mismo que había notado merodeando demasiado cerca.
Beltrán se aleja, dolido, intentando contener su rabia. Pero apenas se cruza con Gabriel, la contención se desvanece. Le grita, lo llama imbécil, lo golpea sin miramientos. La situación se descontrola rápidamente. Gabriel intenta defenderse, pero la tensión explota. Los dos hombres terminan en una violenta pelea, mientras Cristina suplica que se detengan.
“¡Parad los dos! ¿Qué hacéis? ¿Os habéis vuelto locos?”
Pero ya es tarde. Las emociones reprimidas estallan y nadie parece escuchar. En medio de ese caos aparece Irene, que intenta entender lo que está ocurriendo. Gabriel, visiblemente alterado, responde: “Pregúntaselo a tu prometido.”
Beltrán, devastado y con el orgullo herido, se despide de Cristina con una frase demoledora: “Parece que ya no pinto nada aquí.” Cristina intenta retenerlo, explicarse, justificar su error, pero la herida es profunda. Lo que comenzó como una confesión se convierte en una ruptura emocional de proporciones desconocidas.
Mientras tanto, en otro rincón de esta historia de alianzas rotas y traiciones familiares, María se reúne con don Pedro antes de la junta. En un café discreto, ella deja claro que ya no apoyará la propuesta del perfume conmemorativo de Luis. Don Pedro, incrédulo y furioso, ve cómo su plan se tambalea. Siente que su influencia sobre María se ha debilitado.
De regreso en la junta, María da la cara ante Damián y Andrés, y sorprende a todos: cambia su voto y decide apoyar a su familia. Alega que lo hace por Julia, por proteger la estabilidad emocional de la niña en medio del caos familiar. Esta vez, se pone de lado de los De la Reina.
La jugada de María devuelve temporalmente el equilibrio, pero las sospechas de Damián no desaparecen. Sabe que su nuera tiene motivos ocultos, y aunque agradece su apoyo, no deja de recordarle: “De la misma forma que te he ayudado, puedo hacerte la vida mucho más difícil.”
El capítulo 349 de Sueños de Libertad es un torbellino de emociones. Celos, violencia, traición y un voto inesperado cambian por completo el tablero. Cristina, dividida entre dos hombres. Gabriel, marcado como intruso. Beltrán, consumido por la decepción. María, entre la espada y la pared.
¿Es posible reconstruir lo que se rompe cuando el corazón estalla?