“Se ha cruzado una línea que ya no puede desandarse.”
Así inicia el capítulo más oscuro hasta ahora de La Promesa, en el que el amor, la traición y la justicia se entrelazan en un juego de verdades enterradas y amenazas latentes.
Curro, atormentado por las pistas que apuntan a Leocadia como responsable del envenenamiento de Giana, se enfrenta al dilema más difícil de su vida: revelar la verdad a Angela o protegerla del infierno que está a punto de desatarse. López, su confidente leal, es quien finalmente decide mostrarle el paquete de joyas entregado por Esmeralda. En ese instante, Angela encuentra un pequeño detalle oculto en los colgantes que transforma las sospechas en una certeza devastadora.
Pero no basta con saber. Curro teme que Angela, aún siendo hija de Leocadia, pueda reaccionar impulsivamente y arruinar la posibilidad de justicia. La tensión entre el deber moral y el amor por ella lo consume. En un jardín silencioso, rodeado de sombras, confiesa a López su angustia. Y es ahí cuando la conversación es interrumpida por un crujido entre los arbustos: alguien más los escuchaba.
Petra. Ya no es la misma mujer fría que fue. Se presenta ante ellos no como enemiga, sino como alguien rota por dentro, marcada por cicatrices invisibles. Y con un tono entre miedo y valentía, lanza la revelación: ha visto a Leocadia actuar en secreto, quemar cartas, esconder objetos bajo el suelo del cuarto de invitados. Les da una dirección precisa: bajo la segunda tabla, la que siempre chirría.
La reacción de Curro es inmediata. Decide que esa misma noche, guiados por Petra, buscarán la prueba definitiva. Petra acepta, pero pone una sola condición: cuando todo termine, quiere irse de La Promesa sin represalias, sin que nadie la castigue por sus silencios pasados.
Esa noche, mientras el palacio duerme, una figura acecha desde las sombras del arco cercano a la biblioteca. Alguien ha escuchado todo. Y ese alguien no debería estar allí.
Mientras tanto, en otro ala del palacio, Curro encuentra una carta escondida en un viejo libro. La caligrafía es de Giana. En ella detalla sus sospechas, registra nombres, fechas, incluso una pequeña mapa… y termina con una frase escalofriante: “Si lees esta carta, significa que alguien ha intentado silenciarme. Ya sé quién será. Leocadia.”
La verdad, hasta ahora oculta bajo capas de miedo, está lista para emerger. Pero con cada paso, el peligro aumenta. Petra, Curro y López ya no están solos en esta cruzada. Y Leocadia, que siempre supo guardar las apariencias, ahora se perfila como la villana definitiva.
¿Está Angela preparada para enfrentarse al monstruo detrás del rostro que la crió? ¿Podrá Curro salvarla… o perderá todo en el intento?