“Hoy vamos a hablar de un momento clave en La Promesa, un momento que cambiará para siempre la relación entre el señorito Manuel y su madre, la marquesa doña Cruz.” Así comienza un día decisivo en el palacio, donde una carta, enviada desde las frías paredes de la prisión, amenaza con desenterrar verdades y redefinir los lazos familiares más profundos. La marquesa, conocida por su mano de hierro y sus oscuros secretos, ahora enfrenta la dura realidad de su confinamiento, un contraste abismal con la vida de lujos y poder que siempre conoció.
Doña Cruz, quien durante tanto tiempo dominó los destinos de la familia Luján, ahora reside en una celda oscura y fría, rodeada de barrotes y humedad. El contraste entre el esplendor del palacio de La Promesa y la cruda realidad de una prisión de principios del siglo XX es abismal. Estamos en 1916, una época donde las cárceles carecían de comodidades o espacios para la rehabilitación. Se dormía en jergones duros, la comida era escasa y la falta de higiene era la norma. Es difícil imaginar a la gran doña Cruz, siempre luciendo lujosos vestidos y disfrutando de los privilegios de su marquesado, enfrentándose ahora a la dura realidad de una celda. El frío del invierno, la humedad que cala hasta los huesos, el ambiente hostil; todo esto la está transformando por dentro y por fuera. Antes rodeada de servidumbre y lujos, ahora en la prisión de Córdoba es solo una reclusa más, sin privilegios, sin títulos nobiliarios, enfrentada a la soledad y al peso de una culpa que la persigue. Ella se aferra a la idea de que no cometió el crimen por el que está en prisión, el asesinato de Jana Expósito. Sin embargo, los espectadores sabemos que ha cometido otros crímenes impunes: mató a Tomás con el abrecartas, dejó morir a su cuñado Fernando al negarle la pastilla del corazón, y muchas otras atrocidades que la persiguen.
Mientras la marquesa se consume en la prisión, la vida en el palacio de La Promesa sigue su curso. El señorito Manuel, para quien su madre está “muerta en vida”, no quiere saber absolutamente nada de ella. Se niega a escucharla, a tener cualquier contacto, y mucho menos a abrir una carta escrita por ella desde la cárcel. Sin embargo, como revelaron los avances semanales, la tentación y la necesidad de saber qué quiere decirle su madre serán más fuertes que el orgullo y el dolor que siente. Este es un momento clave para el futuro de la familia Luján, donde se libra una disputa silenciosa entre el marqués don Alonso y su hijo Manuel. Por un lado, Alonso no quiere que Manuel lea la carta, instándolo a ignorarla y a no permitir que su madre lo perturbe más. Le repite que la única manera de honrar la memoria de Jana es dándole la espalda para siempre a la marquesa. Sin embargo, Manuel, a pesar del dolor que lo marca, sigue siendo un hombre noble y honesto, y finalmente cede a la tentación de abrir y leer esa carta.
Para no disgustar a su padre, Manuel le miente, asegurándole que ni siquiera ha abierto la carta. Esto plantea una gran pregunta para todos los seguidores de la serie: ¿Qué contendrá esta carta? ¿Cuáles serán las palabras que doña Cruz habrá escogido para intentar justificarse, para pedir perdón o para excusar el crimen que la llevó a prisión? ¿Serán esos sentimientos sinceros o un último intento de manipular a su hijo para obtener clemencia? No sería de extrañar, ya que doña Cruz es una experta en manipular a Manuel. Basta recordar cuando el pobre Manuel sufrió amnesia después de su accidente de avión; entre su madre y Jimena, la viuda de su hermano Tomás, lo engañaron haciéndole creer que estaba enamoradísimo de ella, lo que los llevó al matrimonio.
Manuel, al igual que su padre, parece ser susceptible a la manipulación. La prueba más reciente es la influencia que la “postiza” doña Leocadia ejerce sobre el marqués don Alonso, quien se ha convertido en su marioneta. Y no es solo Alonso; el resto de la familia también ha cedido a su control, incluso Catalina, quien siempre ha sido de carácter fuerte e indomable. Lo que más llama la atención es cómo la familia, que antes parecía inquebrantable, ahora se vende por poco. Los problemas económicos, y las inyecciones de dinero de Leocadia, han bastado para que todos acaten sus órdenes, convirtiendo la situación en un despropósito.
La carta de Cruz será una verdadera “carta bomba”. Aunque se espera que la marquesa niegue cualquier implicación en el crimen de Jana, la gran incógnita es si su estancia en prisión la ha transformado, llevando al arrepentimiento. ¿Se atreverá a confesar en esa carta que ella mató a Tomás con el abrecartas? ¡Sería una escena épica! Los guionistas se ganarían un diez, y el marqués Alonso sufriría un colapso. La marquesa del abrecartas llamando a su puerta, ¡qué ironía! Esperamos que los guionistas manejen esta trama con calma, construyendo poco a poco la evolución de Manuel y su posible encuentro con un nuevo amor, una historia que, al igual que la de Curro y Ángela, nos permita ver la belleza del amor florecer entre las dificultades.
¿Crees que doña Cruz finalmente confesará sus crímenes pasados en esa carta, o su habilidad para la manipulación prevalecerá una vez más?