El aire del palacio de La Promesa se ha vuelto más espeso que nunca. Aparentemente envuelto en lujos, bailes de salón y silencios aristocráticos, el lugar esconde secretos tan oscuros como antiguos, y ahora el último hilo de esa red comienza a tensarse: Curro ha descubierto la pieza que podría hacerlo estallar todo.

Una joya. Tan simple y elegante como mortal. Un colgante de plata con una piedra azulada que oculta en su interior un veneno letal. El hallazgo no es casual: es una pista, una amenaza y una advertencia a la vez. Y Curro, marcado por la pérdida de su madre biológica, de Jana, su hermana, y de Eugenia, su madre adoptiva, no está dispuesto a callar una vez más.

Todo comienza en el rincón más olvidado del palacio: el patio de servicio. Allí, bajo la tenue luz del atardecer, Curro acorrala a Esmeralda, una criada con pasado en una joyería turbia, vinculada a la nobleza y al tráfico de objetos… y quizás también de muertes.

La confrontación entre ellos no es un simple interrogatorio. Es una batalla emocional, donde el dolor, el miedo y la verdad se entrelazan. Curro, consumido por las ausencias que lo desangran desde niño, exige respuestas. ¿Qué papel jugó esa joyería en las tragedias que azotaron a su familia? ¿Qué sabe Esmeralda?

Ella, temblando, intenta evadir el tema, pero el peso de la mirada de Curro es insoportable. Finalmente, cede. Le entrega una pequeña caja de terciopelo azul, oculta en el fondo de su delantal, con un susurro que hiela la sangre: “Guárdalo bien. No lo muestres a nadie. Ni siquiera a Manuel.”

Dentro, una joya noble. Hermosa y letal. Y con ella, un legado: la prueba que podría hundir a Leocadia, a la Marquesa, e incluso al mismísimo duque Lisardo.

Curro comprende que esa pieza no es solo un objeto: es una promesa, una carga y una sentencia. Él, el último cabo suelto, el que todavía pregunta, se convierte de pronto en el siguiente objetivo de aquellos que han silenciado a muchos antes que él.

Pero el peligro ya ha olfateado su aroma. Lorenzo, su padrastro y brazo ejecutor del marqués, lo encuentra en el patio. Su tono no disimula el veneno: sabe que Curro conspira, que algo se está gestando. Lo ataca con palabras disfrazadas de sarcasmo, lo acorrala con amenazas envueltas en cortesía. Pero Curro, por primera vez, no retrocede.

“Sí, tengo algo que decir,” afirma con la caja en el bolsillo, el corazón latiendo como un tambor de guerra. Y aunque la conversación se interrumpe abruptamente, queda claro que Curro ya no es el mismo. Ha dejado atrás al muchacho asustado. Ahora es un hombre dispuesto a luchar, a exponer la verdad aunque le cueste la vida.

Y como si el destino quisiera acelerar el desenlace, Lorenzo trae consigo un golpe más: Lisardo ha exigido la expulsión inmediata de Curro. Un acto oficial que no disimula su verdadera intención: alejarlo del palacio antes de que hable.

Pero Curro no se irá en silencio.

Porque lo que está en juego no es solo su trabajo, sino la memoria de las mujeres que amó y perdió. Su madre, olvidada y borrada. Jana, asesinada sin justicia. Eugenia, arrancada sin piedad. Y ahora, su propia existencia, amenazada por los mismos poderes que pretenden mantener sus pecados sepultados bajo el mármol de los salones.

El palacio es ahora un campo minado. Cada gesto, cada mirada, cada silencio oculta algo. Esmeralda ha desaparecido. Nadie sabe dónde está. ¿Huyó por miedo? ¿La silenciaron también? Nadie lo dice, pero todos lo temen.

Mientras tanto, Curro guarda la joya como si fuera su propia vida. Sabe que no puede confiar en nadie. Ni siquiera en Manuel, ni en Pia. Porque el enemigo tiene mil rostros y algunos visten seda y hablan con dulzura.

Las paredes de La Promesa escuchan y vigilan. El juego ha comenzado. Uno mortal. Uno en el que una joya es la llave de un pasado sangriento y la esperanza de un futuro diferente.

Y solo un muchacho roto por el dolor tiene el valor de enfrentarlo.

Pero… ¿hasta cuándo podrá Curro guardar el secreto sin convertirse en la próxima víctima? ¿Logrará revelar la verdad antes de que el veneno silencioso de la nobleza acabe también con él?

La respuesta está en esa joya. Y en el corazón de quien se atreva a mirar más allá del brillo.

En La Promesa, los silencios matan. Y ahora, la verdad grita.