En el capítulo 335 de Sueños de libertad, la realidad golpea con fuerza a Andrés, quien empieza a ver que el amor y la dedicación no siempre son suficientes para salvar a quien más queremos. María, vulnerable y abatida, ha sufrido una nueva caída de su silla de ruedas, y ese incidente se convierte en el detonante de una conversación tan necesaria como dolorosa entre Andrés y Luz.
Todo comienza con una simple pregunta: ¿cómo está María? Luz, con tono sereno pero sincero, le responde a Andrés que la ve más estable y animada, aunque todavía queda mucho camino por recorrer. Le comenta que es positivo que salga al jardín a respirar aire fresco, señal de una pequeña mejoría. Sin embargo, la tranquilidad se desvanece en cuanto Andrés menciona un hecho que nadie más conocía: esa misma mañana, María se cayó de la silla al intentar alcanzar un libro.
Luz, sorprendida, no tenía idea del accidente. María no le había dicho nada. Andrés, visiblemente afectado, le confiesa que se asustó mucho y que la reacción de María fue aún peor: una mezcla de rabia y frustración que le partió el alma. Luz intenta calmarlo asegurando que, al menos físicamente, María no sufrió heridas. Pero lo importante, reconoce, es el golpe emocional que esa caída representa.
En ese momento, Andrés se derrumba un poco. Aflorado por la impotencia, admite que se siente sobrepasado y que empieza a dudar de si está haciendo lo correcto. “No creo estar ayudando como debería”, confiesa. Luz, con su calidez habitual, pero también con firmeza, le responde algo clave: él no puede hacer todo por María. Ella tiene que aprender a recuperar su autonomía, a vivir con su nueva realidad sin depender por completo de los demás.
Y entonces Luz lanza la propuesta que cambiará el rumbo de esta trama: sugiere que María pase un tiempo en una residencia especializada. Un centro donde no solo podrá recibir terapia física para fortalecer su cuerpo y evitar nuevas caídas, sino también apoyo psicológico para enfrentar sus miedos y aceptar su nueva condición. Andrés, dolido y agotado, rechaza la idea de inmediato. “Todos me dicen lo mismo”, se queja. Y recuerda que María no quiere salir de casa. Que no puede obligarla.
Luz lo escucha con comprensión, pero insiste. Le recuerda que no se trata de rendirse, sino de darle a María las herramientas que necesita para reconstruirse. “Dos o tres meses. No es para siempre”, dice. Andrés, sin dejar de resistirse, lanza la frase más dura: “¿Qué recuperación? Sabemos que no volverá a caminar.” Pero Luz responde con la verdad que nadie quiere decir en voz alta: precisamente porque no volverá a caminar, necesita fortalecerse para no volver a caer.
Al final, Luz menciona un prestigioso centro en San Martín de la Vega, cerca de Madrid, y le ofrece a Andrés el contacto. Él no responde con entusiasmo, pero agradece el gesto en voz baja. Una respuesta silenciosa, cargada de resignación… y quizás, también, de esperanza.
¿Tomará Andrés esta decisión por el bien de María? ¿O seguirá atrapado entre el amor, la culpa y la sobreprotección? Una cosa es segura: esta caída ha hecho más ruido del que parece. Y podría marcar el inicio de un nuevo capítulo en la vida de ambos.